Desde los cinco años, belleza y maquillaje la apasionan. A los 14, maquillaba a sus amigas y les hacía fotos. «Pero con un padre ingeniero de caminos, ¿cómo iba a ser su hija maquilladora?», comenta. Así que, de la mano de sus idiomas, inglés, francés y alemán, entró en la banca. Luego creó una startup que unía sinergias inmobiliarias. «Pero, ¿sabes aquella sensación de lunes de no querer ir a trabajar?», interroga a la entrevistadora. Entonces, se formó en maquillaje en cine y televisión y caracterización, por afición. Su fortuna fue que Lancôme le pidiera estar una semana en unos almacenes como asesora en diagnóstico de la piel. Enfrente tenía a los de Bobbi Brown, aún poco conocidos pero de quienes ella ya era clienta. Lo sabía todo sobre maquillaje. Y ellos también buscaban a alguien. La ficharon siete días y vendió como una loca. Se la quedaron. «Yo no entendía que las mujeres no supieran maquillarse, tenían dudas tan sencillas para mí que, viendo los tutoriales de Estefanía con 2 tacones en su blog de asesora de imagen, pensé yo creo un blog y lo cuento todo». Fueron sus lectoras quienes le pidieron tutoriales. «Yo, ni sabía hacer vídeos. Me arruiné comprando cámaras. Colocaba un fondo blanco entre mi set de grabación y mi hijo que dormía la siesta detrás», cuenta. Ahora www.aparichimakeup.com tiene más de 10 millones de visitas, 115.000 seguidores, el canal de Youtube de Aparichi, 13,9 millones de visitas y, en Instagram la maquilladora cuenta con casi 47.000 followers. Dejó su trabajo y se hizo autónoma. «Tengo 200 o 300 euros al mes de Google por las visitas, pero jamás, en los siete años que llevo en Youtube, he aceptado patrocinio de marcas, para poder ser imparcial y no sentirme presionada por nada. La confianza se pierde en un instante», puntualiza desde Alcobendas, donde tiene el estudio en el que sí se gana la vida con cursos para profesionales y de automaquillaje.