Los 70 echaron a andar sobre los cascotes del 68 y la crisis del petróleo, por lo que las sonrisas de Lindsay y Sidney Greenbush -las gemelas que, por turnos, interpretaban a la pequeña Carrie de ‘La Casa de la Pradera’- funcionaron como un refugio puritano ante el ‘no-future’, el desasososiego y el despiporre general. Sin embargo, la carrera de ambas no tuvo continuidad tras la serie que de forma tan esforzada idealizó a los pioneros del Medio Oeste debido a que el actor y productor Michael Landon se había propuesto convertirse en el santo de la tele.