No es el mejor momento para una primera vez, la verdad. El 23 de abril me voy a encontrar en una situación rara cuando entre en la cabina a elegir mi papeleta. Creo que lo decidiré en ese mismo momento». A Jules, un estudiante de 18 años que vive en Montrouge, en el sur de París, y votará por primera vez en unas elecciones presidenciales, no le convence ninguno de los candidatos que se disputan el Elíseo. Lo único que tiene claro es que no dará su apoyo al Frente Nacional. «Marine Le Pen está fuera de toda duda. La identifico como racista, fascista», asegura.

Tampoco es una opción para Gabriel, otro estudiante de 19 años y residente en el distrito 16 de París. «El Frente Nacional es el partido que fundó el padre de Marine Le Pen que es antisemita, racista y xenófobo. No representa la idea que tengo de Francia, que es el país de los derechos humanos», sostiene.

Sin embargo, la candidata ultraderechista obtendría el 29% de los votos entre los jóvenes inscritos en el censo electoral que podrán votar este 2017 por primera vez en unos comicios presidenciales, que representan 3,3 millones de electores potenciales, un 7,4% del conjunto del cuerpo electoral, según explica la socióloga y directora de investigación de Cevipof Anne Muxel en la plataforma The Conversation.

Emmanuel Macron, el candidato centrista y exministro de Economía de François Hollande lograría el 27% mientras que el socialista Benoît Hamon y el líder de Francia insumisa, Jean-Luc Mélenchon, cosecharían un 15% cada uno de ellos. Unos porcentajes que conviene leer con precaución debido al alto grado de incertidumbre electoral inédito en unas presidenciales a menos de una semana de la primera vuelta.

La experta recuerda que quienes acudan a las urnas para elegir al próximo inquilino del Elíseo lo harán en un contexto de profunda recomposición del paisaje político y de mutación de las prácticas democráticas. También en un ambiente de desconfianza hacia las instituciones. Por eso no hay síntomas de una gran movilización. Muchos están tentados por la abstención en la primera vuelta, insatisfechos por la oferta electoral o por las dudas sobre la capacidad de los candidatos para cambiar las cosas.

No es el caso de Loïc Frohn, que también estrena este año su tarjeta del censo. «Lo único seguro es que iré a votar, aunque sea en blanco. Es importante porque nos dan la palabra y no hay que dejar pasar la oportunidad. Incluso votar en blanco es una solución. Es una manera de decir que quiero votar pero no me interesa nada de lo que me proponen», comenta.

Clara, una joven de 22 años que trabaja en Londres y ha viajado a París para darle a su padre el poder de votar por ella, dice que el dilema de muchos jóvenes es elegir entre «el corazón y el voto útil» para evitar la victoria de Le Pen. «Para los jóvenes el mejor candidato es Mélenchon, el que más escucha al pueblo y a los jóvenes, el más humano, aunque creo que no pasará a la segunda vuelta y que tendré que votar a Macron», analiza mientras disfruta de una tarde soleada al borde del Canal Saint Martin. A su juicio, Francia necesita una nueva generación de líderes políticos que sean menos elitistas.

Falta de confianza

Siete de cada 10 jóvenes no tienen confianza ni en la izquierda ni en la derecha. Para las nuevas generaciones, las organizaciones tradicionales de mediación política ceden el paso a las redes sociales, dando prioridad a las iniciativas individuales.

«Hay una demanda de renovación y de cambio. En la juventud coexisten reivindicaciones que reclaman mayor democracia participativa y al mismo tiempo un liderazgo de tipo autoritario que puede cuestionar algunos pilares de la democracia. No hay un comportamiento homogéneo pero los comportamientos radicales pueden seducir a quienes buscan desbloquear el sistema», resume la socióloga.

Uno de los elementos clave de las presidenciales será el nivel de participación. La falta de movilización podría alcanzar niveles inéditos en unas presidenciales y la abstención llegar al 32% según la encuesta realizada a principios de marzo por Cevipof, lo que supone un 11,5 puntos más que en la primera vuelta del 2012 e incluso superior al récord alcanzado hasta ahora, el 28,40% en el 2002, año en el que Jean Marie Le Pen pasó a la segunda vuelta en la fue derrotado por el conservador Jacques Chirac.