Lejos han quedado los tiempos en los que los paparazis esperaban con ansia el verano frotándose las manos. La llegada del calor y la temporada de playa suponía una asegurada fuente de ingresos. Personajes relajados disfrutando de sus vacaciones, esculturales actrices y modelos en la arena y, con un poco de suerte, el romance del año. Un beso o una foto en biquini eran garantía de una portada con un generoso talón tras ella.

Marbella, Mallorca, Menorca, Ibiza… eran destinos por los que los reporteros apostaban durante casi tres meses. Las agencias mandaban a sus mejores profesionales para dar caza a los famosos con sus objetivos telescópicos, de los que no se escapaba ni la familia real. De hecho, fue el propio Juan Carlos I quien propició involuntariamente uno de los robados mejor pagados cuando, en 1995, fue sorprendido tomando el sol desnudo en la cubierta del yate Fortuna. Unas fotos que no vieron la luz en España pero que fueron portada de la revista italiana Novella 2000. Ninguna publicación española tuvo la osadía de difundirlas, pero sí hubo quien, fuera de nuestras fronteras, estuvo dispuesto a pagar una jugosa cantidad. Se habló de 40 millones de pesetas de la época…

Eran otros tiempos. Paulatinamente la prensa española cambió sus objetivos y comenzó a convertir en personajes públicos a tertulianos de televisión que detallaban sus secretos ante la cámara. Las personalidades que viajaban a los clásicos territorios-paparazi comenzaron a disminuir, los desplazamientos a ser menos rentables y, ¡oh!, nacieron las redes sociales. Un perfecto escaparate para mostrar la imagen que cada uno quiere dar. Porque no es lo mismo aparecer en una portada con un mal gesto o rastro de celulitis que mostrar la cara más estupenda de uno mismo. El famoso se ha ido convirtiendo en editor de su propio reportaje y las revistas han perdido interés (y, por tanto, han disminuido su oferta económica) por determinados personajes. Así, la mayoría de las fotos que han marcado el verano han llegado de Instagram: los tórridos baños de la bloguera Dulceida y su pareja, Alba, en plan De aquí a la eternidad, y esas imágenes presuntamente poéticas que le han servido a Cayetano Rivera y Eva González para anunciar embarazo, y a Amber Heard, para oficializar su ruptura con el dueño de Tesla, Elon Musk.

Las sospechas de consentimiento, sin embargo, también han recaído sobre la ya llamada portada del verano: Isabel Pantoja bañándose relajada y con su familia (¡al completo!) en aguas de Ibiza. Una imagen idílica que reconcilia a un clan conocido por sus desavenencias y que no deja de resultar curiosa tratándose de una mujer dispuesta a recluirse en casa durante meses para que no ser fotografiada. Los rumores apuntan a que ¡Hola! podría haber pagado de 20.000 a 50.000, aunque el representante de la tonadillera desmintió el viernes que hubiera habido negocio.

La otra portada del verano la han protagonizado los escurridizos Jesulín de Ubrique y María José Campanario, que a finales de julio se dejaron fotografiar por siete fotógrafos (que se habrían repartido unos 18.000 euros) en las playas de Málaga. Otra portada de ¡Hola! que sustituía a la que habían anunciado meses atrás, con una reboda con motivo de su 15º aniversario nupcial que se suspendió por el ingreso hospitalario de Campanario.

No corren buenos tiempos para los paparazis, que dan por finiquitado el verano sin poder lograr uno de sus más claros objetivos: descubrir si Paula Echevarría tiene realmente una nueva pareja. La actriz y su aún marido, David Bustamante, son un ejemplo del famoso que cuenta su vida en las redes y limita la posibilidad de acción del reportero. ¿Matarán las redes a la prensa rosa?