tenemos a Kiss, que ya en el 2000 oficiaron un Farewell tour por medio planeta que, para pasmo de sus fans, dio pie a nuevos itinerarios e incluso un par de discos. «No nos quedan más montañas que escalar. Queremos retirarnos con estilo», dijo entonces Gene Simmons poniéndose melodramático. «¿Por qué volvemos, por el dinero o por los fans? Por ambas cosas», replicó años después su colega Paul Stanley.

Scorpions

Otros que tal son Judas Priest y Scorpions. Los primeros se hartaron de vender entradas de su Epitaph tour (2011-12) con el reclamo de la última gira. Alegaron cansancio e inquietudes que se proponían desarrollar en solitario, pero, al final, el camino se despejó tras la marcha de uno de los miembros históricos, el guitarrista K. K. Downing. Desde entonces, los autores de Breaking the law han seguido girando y grabando: en el 2014 lanzaron Redeemer of souls y ahora ultiman un nuevo trabajo. En cuanto a Scorpions, en el 2011 anunciaron tour de despedida, así, con todas las letras, un itinerario que ha estado vivo durante un lustro. «Después del Farewell tour ya no quiero volver a hablar de giras de despedida ni quiero hacer predicciones», resolvió con alegría Rudolf Schenker ante las preguntas de la prensa. El suyo es un caso de gira de nunca acabar, ampliando mercados y tocando en lugares que nunca habían soñado con poder verles. Esta misma semana, Scorpions actuará, por ejemplo, en Torrelavega (miércoles) y Mérida (viernes).

«Principio del fin»

Las últimas semanas han sido para el turno de Aerosmith y Deep Purple, nombres de referencia del hard rock, género matriz del heavy metal. Ambos están inmersos en giras de «principio del fin», o algo así, y ambos han actuado en distintos puntos de España. La de Aerosmith se titula Aero-vederci baby, título más que sintomático, si bien en los últimos meses la banda ha matizado sus intenciones. «Estamos más cerca del final que del comienzo», ha admitido su cantante, Steven Tyler, que cumplió 69 años el pasado marzo.

Pero Tyler ve a la banda establecida en un «semi-tour en los próximos tiempos». Es decir, un régimen de controlada contratación abierta, reducida a grandes eventos y a plazas inéditas, en su paulatino caminar hacia la última morada. Aerosmith, que vivió su primera era de éxito en los años 70, con clásicos como Toys in the attic y la balada Dream on, y que experimentó una segunda juventud dos décadas después, solo ha publicado un disco con material nuevo en los últimos 15 años.

En cuanto a Deep Purple, el anuncio del bautizado como The long goodbye tour ha sido igualmente compensado con declaraciones templadas: esa gira del «largo adiós» bien puede durar unos cuantos años. Los británicos, autores de himnos rockeros bautismales como Smoke on the water, Black night y Highway star, tienen, eso sí, un disco fresco, Infinite. En la formación, Ian Gillan (que en agosto cumplirá 72 años), Roger Glover (71) e Ian Paice (69), partícipes de clásicos como el doble en directo Made in Japan (1972), y dos piezas tardías, Steve Morse (que suple a Ritchie Blackmore desde 1994) y Don Airey (reemplazo de Jon Lord, fallecido en el 2012). La operación long goodbye ha disparado su nivel de convocatoria: esta gira les lleva a grandes recintos últimamente prohibitivos para ellos, como el pabellón de Bercy (París) o el O2 Arena londinense. Deep Purple cumplirá 50 años en el 2018.

Otro veterano del rock fuerte, Status Quo, con raíces en los primeros años 60, pasó por Barcelona el jueves después de perder, el pasado 24 de diciembre, a uno de sus miembros históricos, el guitarrista Rick Parfitt (murió en Marbella de una infección en el hombro cuando trataba de recuperarse de un infarto). El grupo londinense, autor del boogie-rock Whatever you want, comenzó a rebajar el tono el año pasado: su gira del 2016 se anunció como la última en formato eléctrico, apelando a sus dos últimos discos, sendas grabaciones acústicas. Pero, en los últimos meses, el líder Francis Rossi (68 años), único miembro que queda de la era clásica, ha optado por combinar ambos registros. Veremos por cuánto tiempo.

The Who es uno de los grupos profesionales de la despedida, de la reunión y del nuevo «hasta luego». Llevan más o menos así desde 1982, y tras su gira de 50º aniversario, en el 2014, envuelta en insinuaciones sobre el final de la banda, vino otra, Back to The Who tour 51!, que el año pasado recaló en Madrid y Vitoria, y luego otra más, 2017 Tommy & more... Roger Daltrey (73 años) y Pete Townshend (72) mantienen el tipo.

Los que sí han dicho basta, y parece que va en serio, son los señores de Black Sabbath, uno de los grupos más influyentes del hard rock, cuyo The end tour concluyó, sin posibilidad aparente de prórrogas, el pasado 4 de febrero del 2017 en su Birmingham natal. Una gira que no pasó por España y en la que se pudo ver juntos tres históricos enemigos íntimos, Tony Iommi, Geezer Butler y el frontman y estrella televisiva Ozzy Osbourne. Este, por cierto, amagó con retirarse hace mucho, en 1992, cuando salió a la carretera con el eslogan de No more tours. «Tengo una casa que no he visto nunca. Y tengo una familia con la que nunca estoy en casa», lamentó entonces. Solo tres años después cambió de opinión: «La jubilación apesta».

Otra banda con historia, la anglo-americana Fleetwood Mac, anuncia su Farewell tour para el 2018. Así lo ha confirmado Christine McVie, cuyo regreso al grupo, en el 2014, tras 16 años de separación, ha comportado que la formación clásica, la de Rumours (1977), vuelva a ser una realidad. McVie reanuda así entente vocal con Stevie Nicks. Última ocasión, quizá, para que España acoja, por fin, a los autores de Go your own way.

‘Star system’ del rock

Pero, aunque se empeñen en estirar sus vidas escénicas tanto como el mercado se lo permita, hablamos de una generación de artistas que poco a poco va tocando a su fin. Una quinta que estableció los parámetros del star system del rock y de la moderna cultura popular, ídolos totales, transversales, con los que se identificaban capas extensas de público.

Los Beatles, Bowie, Cohen, Pink Floyd, Deep Purple. Quien fuera joven en 1972 muy probablemente sería simpatizante, cuando no fan, de alguno de ellos. O de todos. Esa capacidad de establecer vínculos emocionales a gran escala y duraderos está en duda a estas alturas del siglo XXI, cuando los gustos están tan fragmentados y todo va tan rápido, cuando los carrerones pueden ser supersónicos para entrar al poco tiempo en crisis y ser suplidos por nuevos fenómenos. Otros tiempos, otra clase de retos y de liderazgos, y nuestro deber es resistirnos a la melodía complaciente de que cualquier tiempo pasado fue mejor.