LLa catástrofe más mortífera de origen meteorológico de las últimas décadas y posiblemente de todos los tiempos se produjo en 1970, entre los días 7 y 13 de noviembre, cuando el ciclón tropical Bhola arrasó la costa de Bangladés, que por aquel entonces era todavía una región de Pakistán, y en menor medida del estado indio de Bengala Occidental. Murieron entre 300.000 y 500.000 personas, dependiendo de las fuentes, muchas de las cuales eran habitantes de islas del delta del Ganges que quedaron totalmente inundadas por la marejada asociada al ciclón.

El Bhola alcanzó un máximo de 3 en la escala de vientos Saffir-Simpson, superado con posterioridad por numerosas tormentas tropicales, pero las precarias condiciones de las viviendas, la superpoblación y los malos servicios de aviso y rescate causaron una mortalidad sin precedentes. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) lo acaba de incluir en primera posición en su clasificación de los fenómenos naturales más mortíferos.

Es la primera vez que la OMM, dependiente de la ONU, incorpora los impactos de mortalidad en su archivo oficial sobre fenómenos meteorológicos y climáticos extremos. Los registros sobre ciclones incluían hasta ahora, por ejemplo, el de vientos sostenidos más intensos (ciclón Nancy, 1962, Pacífico Oriental, 342 km/h) y el de mayor ojo (ciclón Kerry, 1979, Polinesia francesa, 93,3 kilómetros). Para determinar la cantidad de víctimas con fiabilidad, se ha realizado un análisis pormenorizado de «todas las fuentes disponibles», destaca la OMM. En la investigación no se tuvieron en cuenta las olas de calor y frío, ni tampoco las sequías.

Los nuevos récords validados incluyen también el tornado más mortífero, que fue el 26 de abril de 1989, también en Bangladés. El fenómeno, con una anchura cercana a 1,6 kilómetros, asoló el distrito de Manikganj, causó 1.300 muertes y 12.000 heridos.

«Los fenómenos meteorológicos extremos ocasionan graves destrozos y causan un gran número de víctimas. Esa es una de las razones por las que la OMM se esfuerza en mejorar las alertas tempranas y las predicciones que tienen en cuenta los impactos, y en aprender de las lecciones extraídas de desastres del pasado para evitar que se repitan en el futuro», subraya Petteri Taalas, secretario general de la OMM. En este sentido, recuerda que la vulnerabilidad depende de la fuerza del fenómeno, pero también de la capacidad de adaptación o resiliencia.

Los dos siguientes atañen a rayos. En 1994, a raíz de unas tormentas que asolaron Dronka (Egipto), un rayo incendió tres tanques de petróleo, cada uno contenía 5.000 toneladas. El combustible prendió fuego con la descarga del rayo y avanzó sobre el pueblo. Las autoridades documentaron 469 muertos.

Por efecto directo de la descarga, el peor episodio sucedió en 1975 en Rhodesia, actualmente Zimbabue, cuando 21 personas que se encontraban en una choza murieron por el impacto de un rayo. La OMM recuerda que, aún hoy, casi el 90% de los edificios del África subsahariana carece de pararrayos.

Finalmente, el quinto récord corresponde al granizo más mortífero. Fue en Moradabad (India) hace más de un siglo (1888), pero los testimonios de los supervivientes no dejaron dudas sobre la veracidad del fenómeno: 246 personas fallecieron a causa de pedriscos tan grandes como «huevos de ganso, naranjas y pelotas de críquet». 1.600 cabezas de ganado vacuno, ovino y caprino también murieron.