Podría decirse que Christine Lagarde ha vivido en un incendio permanente desde que se puso al mando del FMI cuando su antecesor, Dominique Strauss-Kahn, fue acusado de violación por la camarera de un hotel de Nueva York. Aquel ascenso súbito, recordemos, tuvo lugar en el 2011, en pleno crack económico y crisis de la deuda soberana. Desde entonces, en los títulos de crédito de los tiempos, figura como la gran prescriptora de la austeridad. Ahora, siete años después, codirige una cumbre cuyo objetivo pasa precisamente por recoser «un mundo fracturado» por, entre otros, las políticas de la organización que ella dirige.

Mucha literatura se ha escrito sobre esta mujer de largas zancadas, vegetariana y madre de dos hijos que, como le decía su entrenador de natación sincronizada, «aprieta los dientes y sonríe», y nadie sabe qué le pasa por la cabeza. Ni en las mesas de negociación en las que siempre se muestra exquisita e implacable, ni cuando la justicia francesa la condenó el año pasado por, en sus tiempos de ministra, haber sido «negligente» al desviar de fondos públicos al empresario francés Bernard Tapie, íntimo de Nicolas Sarkozy.

Hija de maestra y de profesor universitario de literatura inglesa, Lagarde pasó la adolescencia becada en una institución femenina de Estados Unidos. Más tarde se graduó en Derecho, hizo un máster en Ciencas Políticas, fue becaria en el Capitolio y se especializó en la palabra primera: primera mujer en presidir el bufete Baker & McKenzie; primera ministra francesa de Economía; primera titular de Finanzas en el G-8, y primera directora del FMI.

Suele decir que, de ministra, colocó en su despacho una alfombra con rayas de cebra para «no tener siempre en frente hombres con traje gris sobre una alfombra gris». Más allá de folclores, a partir del martes tiene una oportunidad para aclarar cómo encaja su organización en esta nueva gobernanza global más humana que reclama la cita de Davos. Que incluso desde esta lujosa estación de esquí se divisa el paisaje en ruinas.

París

FRANCIA

(1956)

Directora del

FMI