La principal innovación de la dieta propuesta por Valter Longo consiste en un ayuno de cinco días seguidos que el bioquímico recomienda repetir entre dos y seis veces al año según la obesidad de cada persona: un atleta necesitaría hacerlo solo en dos ocasiones, pero alguien que padezca enfermedades asociadas al exceso de peso debería repetirlo cada dos meses. En cualquier caso, ha de ser un dietista quien tome esta decisión.

No se trata de dejar de comer por completo, sino de seguir lo que él llama un «ayuno simulado», consistente en reducir la ingesta partiendo de un límite máximo de 1.100 calorías el primer día hasta llegar a 700 el último. Estas calorías deben provenir de productos saludables como verduras, frutas, grasas vegetales y té sin azúcar. Las proteínas de origen animal están descartadas.

El efecto que este parón alimenticio tiene en las células recuerda al reseteo de un ordenador. «Sirve para que el organismo limpie y repare el interior de las células deterioradas y se deshaga de las inservibles. El resultado es un rejuvenecimiento del organismo y una reducción de la edad biológica. Su consecuencia inmediata es una menor prevalencia de enfermedades como el colesterol, la diabetes, el infarto y el cáncer», asegura Longo.

Pero hay más: «El ayuno prolongado influye en la actividad de la enzima PKA, que a su vez actúa sobre el gen que ordena a las células madre ponerse en modo regenerativo», añade. En casos de esclerosis múltiple, esto se traduce en una disminución de las células autoinmunes y un aumento de las células madre. «Durante el ayuno, el organismo consume las reservas de glucosa, grasa y cetona. También se come parte de los glóbulos blancos de la sangre. Es como si a un avión le quitaras el exceso de carga».