Gorda, vacaburra, zampabollos. Si sigues comiendo así te vas a poner como un tonel y no te va a querer nadie», escucha una niña de boca de su madre. Meritxell Bosch, ilustradora para la industria norteamericana y docente, sufrió el rechazo desde niña por ser gordita. La relación con un padre indolente y maltratador y una madre controladora está en el origen de su falta de autoestima y de un chaparrón de problemas emocionales que le llevó a desarrollar una bulimia en su juventud.

Pero el viaje a la felicidad está en nuestra mano, basta dar el primer paso y recuperar el control. Esta podría ser la enseñanza de Yo, gorda, un cómic autobiográfico que viaja al origen de los desórdenes alimentarios en la ya de por sí azarosa vida de una adolescente.

Este cómic, publicado por la solvente y veterana La Cúpula, es una confesión que, como dice su propia autora, empieza mal pero acaba bien, y durante cuyo proceso de creación la artista perdió cerca de cincuenta kilos.

La Meritxell del cómic es una niña obesa que sufre las burlas de sus compañeros de colegio y se refugia en los tebeos y el chocolate. El miedo le lleva a comer, la comida al sobrepeso y este a la depresión. La niña, poco a poco, se va adentrando en una espiral de inseguridad y dulces.

Un problema social

«Hazlo saludable, hazlo divertido». Bajo este lema, los hermanos Pau y Marc Gasol han unido fuerzas junto a Pocoyó, Peppa Pig y los Cantajuegos para luchar en Youtube contra la obesidad infantil. Michelle Obama hizo de la lucha contra el sobrepeso en los niños norteamericanos su principal objetivo como primera dama durante su periodo en la Casa Blanca. Por cierto, Donald Trump acaba de hacer saltar por los aires este programa.

Todo esfuerzo es poco. La obesidad se ha convertido en una epidemia endémica de los países desarrollados, ya que, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el 2014 había 42 millones de menores de cinco años con exceso de peso, cifra que cada año se incrementa tanto en los países desarrollados como en los que están en vías de desarrollo o subdesarrollados.

Pero, ¿cuál es el origen de esta epidemia? ¿Qué es lo que lleva a una niña a tener tan malos hábitos alimenticios? En el caso de Meritxell, la figura de un padre violento y una madre competitiva que se jacta de entrar en una 38 mientras que su hija no encuentra ropa de su tamaño.

La niña Meritxell no se gusta. Se ve fea y gorda. Pero todo se complica cuando hace su aparición la Meritxell adolescente, la que quiere enamorarse y ponerse guapa y tener su primera relación sexual pero no soporta la visión de su cuerpo orondo.

Su aspecto redondeado le hace sufrir terriblemente. Este es el momento en que se desencadena la bulimia. Un entorno opresivo le empuja a comer y a vomitar, y a seguir comiendo, y a volver a vomitar.

A pesar de que el tema no sea fácil de tratar, la historia está narrada sin exceso de dramatismo.

Es una obra llena de colores brillantes y hermosos, y los alegres rojos, naranjas y amarillos solo se tornan en fríos azules cuando llega el nudo gordiano de la trama, el momento de máxima infelicidad para la joven Meritxell.

Tomás, un profesor de la Escuela Joso de cómic donde estudió, es el ángel que ayuda a la protagonista a enfrentarse a su infierno particular.

Yo, gorda es un tebeo sobre cómo recuperar la autoestima y cómo evitar que las personas que la ponen en peligro nos afecten. Incluso si estas personas son nuestros propios padres.

Uno de los elementos más sorprendentes de esta historieta es la crudeza con que trata la figura de sus padres, con quienes ajusta cuentas sin rencor.

La niña desdichada es ahora una mujer feliz. «Orgullosa. Mis arrugas hablan de mis alegrías y mis penas. No me oculto tras una mascara falsa de maquillaje. No vale la pena. Seas como seas siéntete orgullos@ y no camufles tus experiencias vividas», dice Meritxell en Facebook. Acéptate como eres podría ser su lema. «Lo tengo todo muy superado. Es una etapa más de mi vida. Sin lo que me pasó no sería como soy», confesó recientemente en una entrevista radiofónica con Radio Euskadi. «Me fue muy bien para quitarme muchos monstruos de encima. En un momento decidí tomarme las cosas de una forma más positiva. No puedes hundirte. Lo malo viene solo, hay que buscar lo bueno», asegura.

De 120 a 70

La historia tiene final feliz. Años después de aquellos desdichados episodios, la joven se reconcilió con su padre. Este había cambiado, se calmó. Su muerte influyó tanto a la muchacha que empezó a perder peso a lo bestia. Ahora pesa 70 kilos. La báscula había llegado a marcar 120.

Es profesora de cómic infantil en la escuela Joso. Además es madre y vive en Sabadell, donde asegura ser muy dichosa.