Visitaba con mi nieto el estadio municipal en la mañana del domingo y me encontré con mi viejo compañero, Fernando Torres padre e hijo.

Me di cuenta que en el palco de la presidencia estaba el escudo del Mérida rodeado de flores en esta época de difuntos. Vamos, como para ganar un encuentro en este estadio. Se lo dije a Torres, miró, sonrió pero con su habitual prudencia no dijo nada.

Llamé a José Fouto hijo, son ahora los hijos los que mandan, los que tienen futuro. No se había dado cuenta y cuando llegué al estadio, también con mi nieto y mi sobrino, seguían las flores. El partido estaba perdido, sin la menor duda, y se lo advertí. Minutos antes del encuentro se retiraron las flores y ganó, con suspense, pero ganó por 3-1. Me senté al lado del cura del club Guillermo Soto, a mi derecha, como debe ser. A mi izquierda, una guapa y preciosa mujer Maxi Paredes, de la tienda Mingote, que sabe un montón de fútbol y de tácticas. Me tenía asombrado. Y justo delante el presidente del Mérida, del Conquense y mi compañero de tertulia televisiva Saturnino González.

En determinados partidos el cura se agarraba a un pequeño rosario que siempre lleva consigo y yo, por si acaso, a mi Virgen de Las Nieves de La Zarza que nunca me ha fallado, faltaría más.

Y ganamos. Ahora me cargan de responsabilidad porque voy a tener que dejar la caldereta para ir los domingos al fútbol. Para más inri con el Extremadura el siguiente partido en casa

Mi compañero José Antonio Reina bien sabe toda esta historia. La superstición y el fútbol tienen mucho con la victoria y la derrota.