Cuesta trabajo pensar que se nos cierra otra de las empresas carismáticas de la ciudad. El presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, siempre ha defendido las empresas que se fundamentan en productos extremeños.

El corcho sale del alcornoque y este árbol, muy nuestro, se encuentra en esta región. Sabemos de la competencia de Portugal. Si se hace un buen estudio de mercado hay campo para todos.

Quedan pocas de las antiguas empresas. Corchera llegó a tener casi cuatrocientos empleados. Era la empresa mimada de José Fernández López. Hoy en el solar se levantan pisos y se construyó una nueva en el polígono industrial.

Y nos quedamos sin El Aguila, hoy campus universitario, y sin La Casera, ambas en la carretera de Don Alvaro.

La Algodonera, en el cruce de la carretera de Cáceres y Montijo, hoy es el parque municipal.

Hilaturas y Cepansa, con la Tabacalera, en un entorno cercano en el cruce de la carretera de Sevilla.

Y se nos va el Matadero Regional, que fue toda una institución empresarial en Mérida, con cientos de empleados y productos que dieron fama con la firma Apis que ya se comercializa fuera. Hay que estar dentro para conocer el problema de la corchera, hoy Arcobel, pero nos quedamos sin algo muy nuestro y habría que luchar con uñas y dientes para conservarla. Fernández López pasó por malos momentos, pero la empresa siguió. Se lograron nuevos productos que la mayoría del pueblo extremeño desconoce.

Uno de los productos que tira los recoge el centro especial de empleo La Encina, del ayuntamiento, para confeccionar abonos que son magníficos y baratos. Si se cierra esta empresa varios obreros de La Encina tendrán que marcharse a casa. Y más de un centenar que estuvieron en la vieja corchera; entre unos y otros han terminado con una empresa que Mérida no puede permitirse el lujo de perder. Ya no nos quedan ni soldados.