El Ministerio de Fomento autorizó el pasado 12 de septiembre, a través de una resolución, el uso del centro de vuelo de Mérida-Royanejos como aeródromo para que puedan operar en él aeronaves distintas a las ultraligeras. El titular del aeródromo, ubicado en unos terrenos municipales, es el Aeroclub de Mérida. Su presidente, Luis Lechón, apunta que las instalaciones fueron construidas desde un primer momento como un aeródromo, no obstante, han tenido que esperar desde 2006 para recibir la autorización. "Los pilotos que estamos aquí no vamos a notar tanto la diferencia porque casi todos somos de aeronaves deportivas, pero los que vienen de fuera con aeronaves de más plazas nos lo van a agradecer muchísimo", subraya Lechón.

"Esto es un lujo inimaginable que hace unos años solo podíamos soñarlo, pero ya lo tenemos y para el piloto es una maravilla tener un aeródromo en su ciudad", afirma el presidente de un aeroclub que tiene 17 socios fundadores, aunque lo más importante no sean los socios, si no "la gente y la capacidad que tengamos de absorber". En este sentido, señala que sería necesario aumentar la infraestructura, con una plataforma renovada y la ampliación de la pista, para que pasara de 650 a 1.000 metros.

Además de impartir clases, los pilotos pueden construir sus propios aviones en los hangares de estas instalaciones. De esto sabe muy bien José Montaño, el secretario del aeroclub y presidente nacional de la Asociación de Aviación Experimental. "Lo que hacemos aquí es comprar los planos de unos aviones que están ya en vuelo y solicitamos un permiso de construcción a la Agencia Estatal de Seguridad Aérea. Una vez aprobada la solicitud nos asignan una zona geográfica para que un ingeniero nos lleve la construcción, que en este caso nos toca la zona dos de Sevilla", explica Montaño. Después de tantas horas de trabajo, lo habitual es que los pilotos se queden con el avión y opten por no venderlo. "Cuando uno construye su propio avión y lo vuela por primera vez es como cuando una mujer da a luz después de nueve meses. No lo vas a vender porque al final es como tu propio hijo", puntualiza.

Hace ahora dos décadas que se sacó la licencia de piloto Jerónimo García de Prado, socio del aeroclub emeritense y amante de la aviación que también cuenta con una aeronave propia a la que cuida y revisa con mucho mimo antes de entrar en la pista y despegar. Reconoce que le cuesta describir con palabras la experiencia de estar en el aire porque es una afición que se vive intensamente: "Subes arriba y te relajas, además puedes ver las cosas desde otro punto de vista".