Esta funesta manía de crear problemas, generar controversias y provocar enfrentamientos que caracteriza a algunos políticos debería ser suficiente motivo para mandarlos a la mierda. Pero, hete aquí, que son los que lideran los partidos quienes la auspician y hacen gala de su idiotez (y aun así les votamos). Creía que el culmen lo había logrado Zapatero con su lamentable memoria histórica, pero ahora entre Feijoo y Cifuentes (que boda sin la señora) ponen sobre el mantel algo que estaba ceñido a quienes lo necesitaban y convierten en mercadillo lo que debería pertenecer a la intimidad de las personas.

Lo llaman debate sobre la maternidad subrogada, craso error, cuando deberían decir vientres de alquiler. Esta forma de reproducción asistida en la que una persona, ajena a la pareja, gesta un embrión humano y alumbra una vida sobre la que después no tendrá ningún derecho una vez nacida la criatura es, cuando menos, cuestionable para la dignidad de la mujer.

El embrión se implanta a través de inseminación artificial o fecundación in vitro y considerando algunas especificaciones de los donantes. Esto de gestar para otros o alquilar el útero contrapone el comercial alquiler de las cosas (se alquilan objetos, no personas en plan esclavitud) con la necesidad de quienes no pueden tener hijos y sueñan con ser padres, un ámbito emocional al que es difícil permanecer indiferente.

Que quien recibe al niño/objeto sea personaje millonario no añade mucha carga de razón al debate: Miguel Bosé, Ricky Martin, Cristiano Ronaldo, Jaime Cantizano o Sharon Stone no parecen los mejores ejemplos para dignificar esta práctica. Si, además, quien pone el útero y por ende la vida es alguien necesitado económicamente, en situación de precariedad tanto como para llevar en su seno a quien será hijo de unos extraños, ¿qué argumentos quedan a favor?

Pero, ¿y si el niño se parece mucho a la madre? ¿y si muere la gestante durante el embarazo? ¿y si el producto viene defectuoso o down? Pues esta transacción comercial, contratada, lo especifica: se devuelve y punto. El sujeto más sufrido es el niño, después la madre. Ante esta deshumanización y mercadeo uno se pregunta si no sería mejor potenciar los métodos de acogida y adopción, convencido como estoy del bien filial que conllevan.