Gloria y Javier (tanto monta) juntaron a los amigos para conmemorar sus seis décadas, aunque esta hermandad para juntarse no necesita muchos reclamos ni rodeos, así que bien pertrechados enfilamos hacia el Chaparral, reposo de etapa en aquellas peregrinaciones hacia La Guapa de las Villuercas.

Esta familia mía no prueba ni gota de alcohol, gota sola quiero decir, y aunque hay discrepancias sobre la trascendencia todos coincidimos en que en la otra vida hay vino. Unos porque así nos lo dijo Jesucristo («no volveré a probar el fruto de la vid…») y por algo eligió Caná de Galilea -a sugerencia de su Mamá- para el primer milagro. Y otros porque quieren amarrar en esta vida, no-vaya-a-ser-que-sí y prefieren apurarlo ahora.

Si yo fuera un escritor con toda la barba ahora estaría cantando un elogio a la amistad, con banda sonora, como resumen de ese bicumpleaños, porque esos lazos anudaban por encima de la calima de las graveras del Guadiana. Y, si la felicidad hay que buscarla, es en estos lugares donde algunos se encargan de repartirla (si quiera temporalmente) incluyendo en el reparto, sintonía y dedicación, entonando como loa… With a Little help from my Friends, Los Beatles sobrevolando mi calva con su: «Oh, logro pasar con un poco de ayuda de mis amigos, umm, voy a intentarlo con un poco de ayuda de mis amigos».

Si amigo es, entre otras cosas, aquel delante del cual puedes pensar en voz alta (sin avergonzarte) en esas 120 velas (60 y 60) había muchos pensamientos en alto compartidos, con gente tan distinta en lo secundario pero tan unida en lo vital. Había como un no sé qué rememorando otra canción, el You’ve got a friend de Taylor: «Tú solo grita mi nombre y sabes que donde sea que esté vendré corriendo a verte otra vez, hey, todo lo que tienes que hacer es llamar. Tienes un amigo ¿Hey, no es bueno saber que tienes un amigo?»