En junio del año pasado el alcalde, Angel Calle, recibió un inform de los técnicos municipales cuyas conclusiones eran suficientes para justificar el cierre de Extremeña de Grasas por los malos olores. No obstante, desde el ayuntamiento se quiso dar una oportunidad a los responsables de la fábrica para que aplicaran las medidas correctoras que creyeran oportunas, y que luego se plasmaron en el convenio firmado ese año. La más drástica, fue dar a casi todos los trabajadores vacaciones el mismo mes, en agosto, para suavizar la producción.

El informe de los peritos sobre la fábrica de grasas era negativo en relación a los malos olores, ya que se propagan a buena parte de la ciudad, sobre todo a la urbanización El Prado, situada en las inmediaciones, que en verano, a los vecinos les era imposible abrir las ventanas para refrescar sus pisos, pero tampoco podían estar dentro con ellas cerradas. Sobre la factoría, en las conclusiones se indicaba que no había una adecuada depuración del agua, que las mercancías fermentaban y que la instalación no contaba con personal adecuado.