El mejor entrenador del Mérida en sus diversas acepciones les digo a ustedes y a mi mismo es, el señor Sergio Kresic, que en su cese me culpó de la destitución (Pepe Fouto dijo que no me lo perdonaría nunca pero lo disimula mucho). Hace unos años, cuando nos volvimos a ver, Sergio me abrazó fraternalmente y a mi hijo Jorgito lo trató como a un nieto. Eso es un hombre cabal que siempre fue de frente.

Kresic prefería jugadores balcánicos a los sudamericanos pero en todo caso lo tenía claro: «Alguien que haber pasado hambre», futbolistas que oscilaban en la ilusión del fútbol para salvarse de sus orígenes. Gracias a Kresic, a sus bigotes y a sus ordenadas defensas (Leal, Pacheta, Loren, Momparlet, Jaime) vimos las mejores tardes de fútbol que recordarse puedan en el Romano alrededor del cual, algunos días, parece oscilar aún la silueta del depósito de agua entre las palmeras y tricornios de la Guardia Civil.

El trabajo bien hecho de Kresic nos dio los mejores resultados de nuestra historia por lo que algún día a Pepe y a Sergio habrá que ponerles un busto en tribuna por el hito secular del balompié emeritense, pero con cimientos, que bien sé por qué lo digo. Un partido frente al Cádiz el entrenador gaditano, perdiendo por goleada, gritó «Arbitro, la hora» ante la imposibilidad de horadar la defensa emeritense.

Kresic triunfaría en este Mundial de Rusia con Francia donde 8 de sus futbolistas proceden de «banlieues», barrios de gentes desarraigadas (por decir algo); futbolistas como Kylian Mbappé, 19 añitos el chaval, Pogba, Kanté, Mendy, Matuidi, Areola, Kimpembe y Nzonzi, que hambre no sé si han pasado pero prejuicios sociales sí y, cómo es más dolorosa la ignorancia que la miseria, cuando las cosas van mal culpan a los suburbios pero cuando ganan no dicen nada del origen.

¡Qué gran Mundial haría Sergio con esta gente!