En la comisaría de Mérida deberíamos tener un equipo lo suficientemente sofisticado como para reconocer las huellas dactilares de los gamberros que en la madrugada del sábado al domingo destruyeron de forma lamentable casi un centenar de árboles, una veintena de farolas y algunos aspersores.

Se habla de sospechosos. Si se llega a descubrir los que han cometido semejante fechoría, también deberíamos conocer sus nombres y apellidos para saber todos quienes ha propiciado semejante acto.

Sabemos que cuidar una ciudad es costoso, pero si destruimos lo que con tanto trabajo se ha conseguido, llegaremos a tener un magnífico paseo y un deprimente estado del entorno, y esto se paga con el dinero de todos los ciudadanos, de ahí, que si se llega a averiguar quienes lo han cometido el castigo debe estar acorde con los hechos.

Suelo pasear cada mañana por el río Guadiana, el río Albarregas y el paseo perimetral de Proserpina, donde el alcalde Pedro Acedo está propiciando la posibilidad de hacer un consorcio con las tres instituciones implicadas en el mismo: Ayuntamiento de Mérida, que cuida de la zona urbana; Confederación Hidrográfica del Guadiana, que es la responsable de la presa, carretera, orillas, chiringuitos y, por el momento, el paseo perimetral; y la Junta de Extremadura, de los baños, estado del agua y el cuidado y la seguridad de los que utilizan el embalse.

Las tres pueden llegar al acuerdo de que el pulmón de Mérida pueda respirar adecuadamente aunque también, como en el valle del Albarregas, sufre las consecuencias de los gamberros que no respetan nada ni a nadie.