La danza del vientre es una de las más antiguas del mundo. Es un baile cargado de sensualidad y de misterio, al igual que es un misterio su orígen, aunque todas las hipótesis apuntan a que nació en el antiguo Egipto, en torno a actos religiosos de adoración a los dioses y a la maternidad. Su influencia se hace patente en Extremadura y ahora, un grupo de emeritenses se han sumado a la práctica y aprendizaje de esta danza milenaria.

Leticia de la Osa supo de la existencia de clases de danza oriental en Mérida a través de una amiga. Le gustó la idea y decidió probar. Lleva ya cinco meses practicándola y está encantada. "Me gusta como baile y como método de evasión de la rutina", dice. Otra de las alumnas, Elizabeth González, se apuntó con su hermana a las clases. Le gusta practicarla porque ejercita varias partes del cuerpo, se divierte y le encanta el baile.

La profesora de las 20 alumnas que asisten los martes y jueves al Liceo se hace llamar Rahima. Está muy satisfecha con los progresos de sus alumnas y "el ambiente y la complicidad que hay en el grupo es inmejorable", comenta.

Esta danza destaca por la sensualidad de sus movimientos, el colorido de las vestimentas empleadas para su práctica y su ritmo y musicalidad. Sin embargo, también ofrece numerosos beneficios, desconocidos para la mayoría de la gente. Entre las mejoras físicas, Rahima destaca la disminución de los dolores de la zona lumbar, la corrección de problemas posturales, la contribución al buen funcionamiento de los órganos internos, el alivio de los dolores menstruales, la prevención del estreñimiento y el aumento de la flexibilidad y resistencia corporal. Además, ayuda a combatir depresiones, ansiedad, fobias sociales, además contribuir a reducir el estrés, liberar tensiones y mejorar la autoestima. "A mi me ha servido como terapia", cuenta May Alvarez, otra de las alumnas.

En las clases son todas chicas. Sin embargo, resulta curioso que los grandes maestros de danza del vientre han sido, en su mayoría, hombres.