Los bares en los años cuarenta y cincuenta eran numerosos en Mérida. Los más carismáticos eran el Rincón de la Victoria, de Miguel Seller, en la travesía de la calle San Salvador, y dos merenderos en la entrada a la ciudad por el puente romano: a la izquierda, el merendero Las Delicias, y a la derecha, Puente Romano, de Angel Valiente.

En el año 1949 destacó el bar Casa Marcelino, en la calle Calvario. Se abrieron otros que aún perduran, aunque pocos. Había bares que se publicitaban con algún chascarrillo, como las Bodegas Barroso, de Blas Barroso Sánchez, en la calle Adriano, y decía así: ¡Barroso, sólo Barroso!/ tiene la mejor bebida/ y es por su caldo famoso/ la bodega preferida/ del vino más generoso.

El Bar Briz, en la calle Félix Valverde Lillo, tenía también su estrofa:

Su fama no tiene par,/ es el bar mejor surtido,/ quien lo quiera comprobar/ puede venir a este bar/ donde será bien recibido.

BAR ANTILLANO

El bar Antillano, también en la calle Félix Valverde Lillo, tuvo varios dueños. Comenzó con Cándido González. Luego se traspasó a Valeriano Valcárcel y éste se lo vendió a Nicolás Moreno. Actualmente lo regenta su hijo Isaac Moreno. Este bar, junto con los bares Zeppelín, Rafael, Casa Benito y Marcelino, son los que perduran de la década de los cuarenta.

La calle El Puente ha sido durante muchos años el lugar donde más bares han existido en Mérida. La calle era el lugar de las tertulias por excelencia. Donde más tertulias se reunían era en Casa del Padre Mollete, que comenzó con Vicente Galán a comienzos del siglo, después con Pedro María Moreno, en los años veinte y treinta, en la posguerra Miguel Seller y hasta el año 1952 las hermanas de Miguel Seller Mimi.

Otro de los bares de esta calle era el de Los Caracoles, de Manuel Rodríguez Ibarra, que ofrecía caracoles, berenjenas, aperitivos variados y sangría selecta ; Casa Vicente, La Parada, Romano (donde se tomaban las mejores berenjenas y su restaurante tenía fama de buena cocina); Casa Pedro Nicolás, que después compró El Antillano, Calleja, Prida, La risa del cartero, Diez pal bote, El Mirador y El Toquillón. Esta calle, en la época de la dictadura de Franco, se llamó Teniente Coronel Asensio y volvió a su nombre primitivo hace unos años.

Otro lugar muy concurrido en bares era la plaza del Rastro, que también llevó el nombre de General Mola, en estos años el más conocido era El Túnez, que después se llamó La Vita por el nombre de su dueña, una de los mejores cocineras de la ciudad. Vive aún con más de noventa años; la taberna Pichón, de 1/2 litro y caña. Estaba ubicada donde se encuentra actualmente la cuchillería Novoa; Lucio, un bodega de vino, donde está actualmente los aparcamientos de presidencia de la Junta de Extremadura; Colomo, freiduría, y, limitando con el bar anterior, Tiburcio, en la esquina con Romero Leal. En la plaza de España los cuatro quioscos: Jauja Cuéllar, Joaquín y Paquito. Sólo el de Juan Gómez ha cambiado su titularidad. Los demás siguen y se renovarán en breve. Aunque algunos de sus arrendatarios ya han avisado que van a renunciar.