Cuentan las crónicas que durante la conquista de Al-Andalus se encontró en la Concatedral de Santa María (antes llamada Santa María de Jerusalén) la parte que correspondía a los habitantes de esta ciudad sobre los tesoros de la Ciudad Santa, conseguidos durante el saqueo de Jerusalén por Nabucodonosor.

Entre estos tesoros se encontraba una misteriosa Pieza de Luz, la alquila, que alumbraba la iglesia en plena noche sin necesidad de lámparas ni candelabros; un cántaro relleno lleno de perlas que fue entregado al Califa de Damasco, y después a su sucesor Suleyman, quien la colocó en la mezquita junto a la llamada Mesa de Salomón, una mesa de esmeraldas y piedras preciosas, también procedente de Mérida.

Según cuenta esta leyenda emeritense, cualquiera que encuentre esta peculiar mesa del Rey Salomón tendrá el poder de contemplar todo el conocimiento de la humanidad entera. ¿Será realmente verdad?