No sabemos donde meternos. Somos los primeros en restos arqueológicos del país. Tenemos el mejor nudo de comunicaciones de la región, tanto de carreteras nacionales como por ferrocarril. Y también somos los primeros en dar las máximas este verano. Y dicen que del siglo. Más de cuarenta grados varios días.

Los emeritenses acuden en masa para refrescarse a las piscinas, al río y al lago de Proserpina, nuestra charca. Para no salir del agua. Y se acaban los ventiladores, las casas comerciales no dan abasto con la entrega de aparatos de aire acondicionado. Se bebe agua, cerveza y el ya clásico vino de verano, que entra que es una delicia.

Y el calor sigue. Se suda, se respira con dificultad, se pasa de un lado a otro de la calle lo más rápido posible porque te quemas.

Y en los coches que están al sol en horas de calor pasan de cincuenta grados. El volante arde y el ambiente es tan sofocante que hay que abrir puestas y ventanas, poner el aire acondicionado hasta que enfríe un poco el interior y poder entrar. El que no tenga aire acondicionado puede quedar frito dentro del vehículo.

Lo decía hace poco un campesino: "el calor no se lo come el lobo" y lo está vomitando con todas las de la ley. Insoportable. Ahora es cuando más se habla del tiempo.

Llegas a un lugar y dices: "buenos días, lo de bueno es por decir algo". Y se continúa la charla explicando el calor. No se duerme o se duerme mal. Todos pendientes del servicio metereológico. Y los incendios nos están dando todas en el mismo lado. Extremadura arde y el calor continúa y con él el peligro.

Mérida sigue dando las máximas. Lo dicho somos los primeros. Todos cabreados con el calor y los constructores con el alcalde y la Gerencia Municipal de Urbanismo. Con el calor que hace no se está para disgustos.

Ahora, como en las antiguas ordenanzas municipales, se agradecería que una señora arrojara agua por la ventana con la frase: "agua va" y que te cayera encima.