La vida de Milagros Bonilla ha dado un giro muy importante desde la pasada nochevieja. La mañana del día 31 de diciembre, a las siete de la mañana, se dirigía a su negocio para empezar una nueva jornada laboral, pero nunca entró en faena. Su negocio había desaparecido.

Milagros lleva muchos años dedicándose a servir churros y chocolate en todas las barriadas de Mérida, pero también en otros puntos de la comarca y de la región, porque su churrería tiene la cualidad de que es móvil. La caravana donde lleva las ollas, las freidoras y los termos desapareció la madrugada de aquel jueves sin dejar rastro. Ya son más de 50 días sin recibir ingresos. Separada, y sin otra forma de garnarse la vida, cada día resulta más complicado sacar adelante su casa y sufragar los gastos de sus dos hijos, un chico, el mayor, que estudia en la universidad, y una chica, aún en el instituto.

La churrería estaba aquel día en la esquina entre las calles Ausonio y Don Bosco, en María Auxiliadora, muy cerca de donde ella vive en San Juan, donde iba a pasar la Navidad. La caravana de Milagros es muy conocida en Mérida, ya que aprovecha cualquier celebración o las ferias de los barrios emeritenses para trasladarse. "Es mi negocio, es mi vida lo que ha desaparecido", se lamenta mientras espera que las investigaciones de la Policía den sus frutos. Pero de momento nada.

Ningún vecino, que ya se han quejado por problemas de inseguridad en el barrio, vio cómo se llevaban el remolque de cuatro metros de largo y dos y medio de ancho, blanca, con la inscripción de su nombre, Milagros, cuya letra ´M´ está formada por una imagen del acueducto romano del mismo nombre. Algún vecino oyó, a eso de las dos de la mañana, el motor de un camión, pero no contaba con que estaba enganchándose al remolque. Milagros espera la colaboración de alguien que haya visto su churrería, de la que ahora solo le queda una deuda de 36.000 euros que aún le falta por pagar al banco que le prestó el dinero.