Me los encontré tomando una copa de vino tinto de la tierra. Como debe ser. Conocí al nuevo vicario emeritense y párroco de la concatedral de Santa María la Mayor Antonio Becerra en la cena literaria en el parador nacional.

Como si nos conociéramos de toda la vida. Nació cuando yo salí del seminario y coincidió con mi hermano Jesús. Amigo de mi padre y con amigos comunes como Feliciano Correas, cronista oficial de Jerez de los Caballeros de donde ha venido destinado.

Estaba tomando al copa con un joven sacerdote que es todo un personaje Jesús Sánchez Adalid, uno de los mejores novelistas españoles.

Tomamos la copa juntos y Antonio Becerra propuso que comiéramos juntos. Y lo hicimos con mucho gusto. Con sacerdotes así es una delicia sentarse y, tengo muchos amigos en el sacerdocio. En Mérida prácticamente todos. Y también tenemos un gran escritor y poeta como Antonio Bellido, párroco de Santa Eulalia.

Entre copa y primer plato Antonio Becerra y un servidor nos metimos entre pecho y espalda dos huevos fritos con patatas que eran una delicia. Lo bien que sientan dos huevos fritos en tan buena compañía y, con bendición apostólica. Saben mejor los huevos y si le agrega un poco de aceite, vinagre y una pizca de pimentón, hasta mejora.

Una comida entrañable y, como no les iba a dejar pagar, estaban en mi terreno, hemos quedado en ir a Alange, donde esta de sacerdote Jesús Sánchez Adalid, a tomarnos unos caracoles y si se ponen a tiro una ancas de ranas, también con bendición apostólica, que ya les he dicho que saben mejor. Amén.