Siempre pasa lo mismo. Casas a un hijo, llevo tres, y se te olvida a un amigo de siempre. Y lo recuerdas cuando no hay remedio, te lo encuentras por la calle y no sabes dónde meterte, no caben las disculpas ni justificaciones.

A mi me pasa con relativa frecuencia, como lo ocurrido en el II tomo de los Viejos Escenarios Emeritenses, cuando al relatar en varios capítulos las empresas más carismática de nuestra ciudad como La Casera y El Aguila, y recordar algunos personajes que trabajaban en ellas, se me ha olvidado mi entrañable amigo Francisco Alvarez Benito, que estuvo veinte años en La Casera y más de veinte en El Aguila como médico de empresa. Un auténtico personaje de nuestra ciudad en todos los sentidos, magnífico radiólogo y buena persona, aunque tiene un pronto que le ha costado más de un disgusto. No sé como no me ha dado dos tirones de orejas, por no decir dos patadas en cierto lugar del cuerpo que duele bastante; claro que si no no fuera así, no sería Alvarez Benito.

Seguro que he cometido algún error más, y lo siento, pero tampoco sería yo si no metiera la pata en mil y una ocasiones. Perdona Paco, en el III tomo escribiré un capítulo con rectificaciones, no es habitual, pero me da la real gana hacerlo.

Es imperdonable que omita a personas que lo dieron todo en una determinada época. Lo que si es cierto es que estos errores son de olvidos, sin más intención que la memoria falla cuando se llega a ciertas edades. Y, gracias a las cientos de personas que estuvieron presentes en el acto. Vuelvo a pedir perdón por el olvido que sólo les pasa a los descendientes de Adán y Eva.