Exalcalde de Mérida Tener "vergüenza torera", era una frase hecha que se aplicaba en situaciones en las que resultaba obligado dar la altura. Está ocurriendo en Mérida con motivo de su ciclo taurino ferial de septiembre.

Mérida tiene una plaza de toros muy referente. Está catalogada, a efectos reglamentarios, como de segunda categoría, nivel que, aparte de las capitales de provincia, alcanzan sólo, desde tiempos muy lejanos, menos de una decena de cosos en España. Lo sabe todo el mundo, menos ayuntamiento de la ciudad que, para salvar su estrepitosa incapacidad negociadora y su exceso de soberbia y malos modales, va a meter a los carteles de la feria en una plaza portátil. Como suena.

Recuerdo el año 1989. Se celebraba el 75 aniversario de la construcción del coso de San Albín. Quien esto relata entendió que la Corporación estaba obligada a las efemérides y auspició una "Goyesca", además, con cartelería de Botero. ¡Menuda historia montó la oposición, la que ahora gobierna, con el asunto, a pesar de que el empresario que entonces gerenció el evento, Raúl Recuerdo, era un "espartano", por ajustador de economías! Madre mía, la que nos dieron con un sobrero, que el animal tuvo que esperar hasta La Mártir para ser lidiado en rejones.

Quisimos estar a la altura de este coso excepcional que tiene Mérida, auspiciando acontecimientos en carnavales, en Santa Eulalia, con el ánimo de promocionar el asunto y apoyar a los que arrancaban. Emilio Rey, cacereño, tomó la alternativa en una memorable "corrida flamenca", carteles otra vez de Fernando Botero, apadrinado por Mora y Manzanares, ¿recuerdan?

Lo de la portátil ahora va a traer cola porque lo que va a trascender es que en Mérida, con su ayuntamiento como máximo responsable, no se ha mantenido una larga tradición taurina (especialmente en sus ferias de septiembre) que tuvo en muchos momentos un fulgor excepcional. Incluso llegó a regarse el piso de la plaza con una reliquia rodante como era aquel camión--cisterna hispano--suizo en los años veinte, restaurado en los ochenta, y que el público aplaudía puesto en pie. ¡Qué tiempos aquellos!

Siempre hemos intentado aparecer ante nuestros invitados con las mejores galas. ¿Qué ha pasado aquí para que nos mostremos tan precariamente?

Echar las culpas al empresario es una forma astuta de largar balones, ya conocemos en Mérida ciertas habilidades para machacar a las críticas, pero la cuestión tiene un nombre: fracaso negociador. Luego se habla de expropiar, ¿expropiar o facilitar el camino al que tiene una propiedad cerrada prácticamente todo el año para conseguir una valoración judicial sobre el aprovechamiento urbanístico de la zona? ¡Cuidado que estamos viendo demasiadas cosas!

Puestos a imaginar aquello de "la imaginación al poder", se podría haber aprovechado la ocasión para, sólo por una vez, resucitar al viejo y seguramente "descabellado" sueño de montar toros en el anfiteatro. La cosa hubiera tenido más dignidad, empaque, exclusividad, vena romántica, impacto publicitario, genialidad, locura, turismo. Como en Nimes, pero en una ruina mucho más palpable.

Se quiere o no se quiere a una ciudad. Esta es la cuestión. Y si se quiere hay que sentirla, estar acorde con su historia, con ese señorío que Mérida tiene. Aunque algunos no quieran verlo.

Hace un siglo, los emeritenses suscribieron acciones, desde un duro valor nominal, de La Taurina Extremeña. La plaza se inauguró en julio de 1914. Pero lo curioso del asunto es que aquellas acciones durmieron en los baúles "per secula, seculorum" porque la intención, evidentemente, no era bursátil, sino romántica. Aquellos ilusionados inversores se sintieron pagados con la contemplación de aquel monumental coso por el que, con todos mis respetos a los abolicionistas, pasó una parte importante de nuestra cercana historia. Cuando no había fútbol ni televisión, y la gente se peleaba tomando partido por los diestros de moda que todos (absolutamente todos) pasaron también por Mérida.

¡Si aquellos emeritenses levantaran la cabeza y supieran de esto de la portátil, pensarían que volamos bajo, con tanta historia a las espaldas!