Cuando todo el mundo habla de crisis, hay un lugar en Mérida en el que se ofrecen soluciones para cubrir las necesidades más básicas de los seres humanos. Es el centro de acogida Padre Cristóbal, que a lo largo del pasado año atendió a más de 500 personas con problemas de todo tipo, pero sobre todo, sin un hogar en el que vivir.

Por este lugar pasan alcohólicos, toxicómanos, enfermos mentales sin tratamiento psiquiátrico, enfermos crónicos e inmigrantes; y en las últimas fechas han acudido al centro "personas con necesidades de alimento, ropa y hasta con problemas para pagar los recibos de la luz", cuestiones que esta entidad no puede asumir y que remite a las instituciones habilitadas para ello, según reza en la memoria de actividades del 2008 de centro de acogida.

Casi el 90% de las personas que reciben ayuda en este lugar son hombres, y cada vez son más los inmigrantes acogidos, casi 200 el pasado año. Llegan de países tan dispares como Mali, Chile, el Sahara, Cuba, Croacia, Canadá, Ucrania y la República Checa, entre otros.

Lo normal es que quienes aquí llegan permanezcan una media de entre 3 y 10 días, pero los hay de larga duración, que no abandonan el centro hasta que solucionan sus demandas (derivación a comunidades terapéuticas, búsqueda de empleo, problemas de salud...). La mayoría tienen la salud deteriorada, ruptura de vínculos familiares, incapacidad para tener un trabajo y son adictos a sustancias tóxicas.

En el Padre Cristóbal reciben un hogar donde dormir y comer, pero también donde adquieren habilidades para vivir fuera del centro.