La primera edición de la Feria de la Tapa cerró ayer sus puertas después de un fin de semana en el que, a falta de echar cuentas y hacer un balance oficial, tanto el público asistente como los hosteleros se han ido con un buen sabor de boca. El ambiente festivo que ha reinado durante los tres días que ha durado la cita en las instalaciones del Ifeme ha dejado buenas sensaciones en la mayoría de los asistentes, si bien es cierto que algunos han echado en falta más mesas para sentarse o, al menos, barras en las que colocar la bebida mientras se degustaba alguna de las 104 tapas ofrecidas en la carta común de los 26 establecimientos participantes. La afluencia masiva de público a determinadas horas del fin de semana, especialmente el sábado a mediodía, provocó que en muchos locales se acabaran los ingredientes de algunas de sus tapas, lo que obligó a improvisar sobre la marcha.

"Estoy reventado después de estar aquí todo el fin de semana, pero muy contento por las ventas. Se nos ha acabado el revuelto de gulas y hemos estado ofreciendo chistorra a cambio". Esta situación que narra Fernando Garrido, de la taberna Lizarrán, la han vivido por igual muchos de sus compañeros, que se vieron desbordados en una primera edición de la feria que debe servir para pulir deficiencias de cara a próximas ediciones.

Esta feria ha nacido de la tradicional Ruta de la Tapa, que comienza hoy en su cuarta edición con la participación de 40 locales. Hasta el 28 de agosto, cada uno de ellos ofrece una tapa que los clientes tienen que puntuar. Para ello, se repartirán pasaportes en los que han de sumar al menos diez sellos, correspondientes a las diez tapas probadas. La tapa mejor valorada ganará el concurso.