POR CARMEN HIDALGO

El río Guadiana es el gran pulmón verde de la ciudad, en cuyo cauce se forman frondosos islotes que dan lugar a enclaves naturales de gran singularidad por su belleza. Muy próximo a él se encuentra el parque de la Isla, que inaugurado hace unos años, se ha convertido en un lugar privilegiado donde los emeritenses acuden a pasear, a hacer deporte, a tomar el sol, a disfrutar de la zona de juegos infantiles con los más pequeños o simplemente de la naturaleza. En este espacio, mayores y pequeños se citan a diario para vivir una agradable experiencia.

De aproximadamente dos kilómetros de longitud, el parque discurre entre puentes monumentales de distintas fases de la historia: el puente de hierro del ferrocarril, del ingeniero William Finch Festherstone, erigido entre 1881 y 1883; el Puente Lusitania, de Santiago Calatrava, inaugurado en 1992; el puente romano; y al sur, el Puente Nuevo, obra de Carlos Fernández Casado, un destacado ingeniero del pasado siglo.

La Isla tiene un jardín de unas 10,5 hectáreas, compuesto por una pradera natural con una plantación de 1.800 árboles, de más de una veintena de especies, como Platanus hispánica, Cedrus deodara, Pinus pinea y 3.300 arbustos. Está equipado con tres pistas deportivas, mobiliario urbano con bancos y papeleras, tres espigones de escolleras con playas artificiales para el baño, bocas de riego, además de una red de caminos peatonales que cubren todo el recinto.

Una de las principales atracciones que más llama la atención cuando se recorre el parque es la elevada cantidad de patos que alberga, y que despierta la sonrisa de muchos al ver a sus crías correteando detrás de la madre. La rápida proliferación en el número de ejemplares se debe, en cierta medida, al amparo de los visitantes que aprovechan para darles de comer.

Los daños

Las inundaciones de abril del pasado 2013, ocasionadas por la crecida del Guadiana y el desbordamiento de su cauce, dañaron por completo el entorno de La Isla y para solventarlos fue necesaria una inversión que se cifró en torno a los 150.000 euros. En concreto, en estas obras se tuvieron que realizar labores de nivelación del terreno, reparación del vallado de las pistas deportivas, de las barandillas de pasarelas hacia el río que fueron arrastradas y el arreglo de la red de todos los caminos peatonales, ya que quedaron completamente destrozados. Hoy, afortunadamente, vuelve a brillar con su esplendor.