Tras más de 30 años al frente de la gestión del museo romano, José María Álvarez Martínez (hijo predilecto y cronista oficial de la ciudad) se jubila dejando atrás una trayectoria profesional brillante, tanto en su faceta de arqueólogo, convirtiéndose en un referente a nivel nacional e internacional, como de gestor de la institución museística, a la que se ha dedicado con tesón dejando su sello y siguiendo la estela de su padre, José Álvarez Sáenz de Buruaga.

-¿Qué balance hace de su gestión al frente del museo romano?

-Estoy muy satisfecho por haber intentado cumplir con mi deber. Creo que han sido 30 años de gestión positivos, con sus luces y sombras como todas las cuestiones humanas, pero con un resultado francamente positivo. Tendrán que juzgar otros lo que yo haya podido hacer por el museo, aunque siempre he trabajado con mucha ilusión para conseguir lo mejor para esta institución y, por supuesto, para el conjunto arqueológico de Mérida y para Extremadura en general. Yo me siento satisfecho, aunque lógicamente me hubiera gustado hacer muchas más cosas que se han tenido que quedar en el tintero.

-¿Le hubiera gustado ver finalizado el proyecto de ampliación del museo antes de su marcha?

-Qué duda cabe, pero en la vida hay que trabajar como si no fueras a inaugurar cosas o a ser el protagonista, entre comillas, de esos eventos. Hay que tener en cuenta que quien prácticamente consiguió el edificio de Rafael Moneo fue José Álvarez Sáenz de Buruaga, aunque lo inaugurase yo. Esas cosas son así. Yo he trabajado durante muchos años por el proyecto de ampliación, y con muchos sin sabores, pero quedaré muy satisfecho. Creo que las personas somos poco importantes porque hacemos los proyectos, pero son las instituciones las que están ahí. Las personas pasan y las instituciones quedan.

-El proyecto se encuentra paralizado en la actualidad, ¿hay alguna novedad al respecto?

-Están a punto de solucionar los últimos temas, según me han dicho, finalmente empezará el proyecto. Ya es hora de que empiece porque está un poco gafado, primero por la crisis económica que fue muy importante y después porque el museo romano se tuvo que poner en la cola, detrás de otros grandes centros como el Prado y el museo arqueológico nacional. Ahora seguirá adelante el proyecto y espero que mi sucesor pueda tener el camino bien allanado.

-¿Qué supone el museo romano para la ciudad de Mérida?

-No diría yo, como han dicho algunos, que hay un antes y un después de la inauguración del museo porque la verdad es que Mérida también, gracias a ser capital de la comunidad, ha subido muchos enteros. No hay más que pasear por la calle José Ramón Mélida, que antes era una calle oscura, llena de tráfico, y ahora está llena de tiendas, de turistas. Hay estudios que hablan bien a las claras de lo que supuso para Mérida la presencia del museo y que, sin duda, fue también un ingrediente importante para que Mérida fuera incluida en la lista del patrimonio mundial. No sé si hay un antes y un después en Mérida, pero qué duda cabe que la incidencia fue muy significativa.

-¿Los emeritenses son conscientes de la importancia que tiene?

-Creo que sí. Cuando se inauguró el museo, gracias a la iniciativa del presidente de entonces de la asociación de amigos del museo, Juan Bautista Bonilla, que puso su automóvil a disposición, los conservadores recorrimos toda Extremadura para anunciar a todos que había un museo nuevo y que había que visitarlo. Eso fue importante, pero creo que todavía hay que hacer muchos más esfuerzos para estar más cerca de la sociedad, para fidelizar al público emeritense y al público extremeño en general que visita en gran número nuestro museo. Hay que tener en cuenta que desde que se abrió la nueva sede del museo en 1986 han sido más de seis millones las personas que han visitado esta institución.

-En su faceta más personal, ¿qué le movió hacia la arqueología?

-La influencia de mi padre, José Álvarez Sáenz de Buruaga, fue importantísima. Sus consejos, sus lecciones y sus explicaciones a cada paso por la ciudad, cuando la paseábamos con mi hermano y otros amigos, fueron calando siempre como lluvia fina en nuestro espíritu. Tuve que elegir en el año 1972 entre seguir el camino de la universidad o venirme a Mérida. Al final elegí Mérida y no me arrepiento para nada de ello. Soy un apasionado de la historia, romana y contemporánea, y un arqueólogo que siempre concibo lo arqueología como una ciencia auxiliar de la historia. Mérida ha sido mi línea de actuación por la importancia incuestionable del yacimiento emeritense y debemos potenciarlo sin ningún tipo de temor ni de complejos. Los extremeños tenemos que ser un poquito ambiciosos para conseguir las cosas, como lo fuimos creando este gran museo por parte de muchas personas que se implicaron en el proyecto y también en el de la inclusión de Mérida como patrimonio de la humanidad.

-¿Qué recuerdos conserva de las excavaciones de los años 70-80?

-Yo fui solo cinco años el director de las excavaciones, fue mi padre principalmente el que las dirigió y luego pasaron las competencias a la Junta de Extremadura, pero me siento muy satisfecho. Yo empecé con las excavaciones mucho antes excavando en el templo de diana y en otros monumentos. He sido un privilegiado y tuve mucha suerte como cabeza de un gran equipo.

-Siempre ha estado muy vinculado a los ámbitos socioculturales de la ciudad, ¿se siente querido?

-Le tengo que decir, y perdón por hablar de mí, que estos días cuando salgo por la calle, personas sencillas, algunas que ni conozco, me felicitan por lo que he hecho. No creo que sea para tanto, pero ha sido un reconocimiento que yo valoro mucho. Por supuesto que me siento muy cerca de la sociedad de Mérida, a la que quiero seguir sirviendo. No me voy a retirar en ese anhelo que tengo siempre por defender los valores de mi ciudad, tanto los arqueológicos e históricos como todo lo que corresponde a Mérida y a su historia que, lamentablemente, en muchos periodos nos han ido quitando.

-¿Qué etapa se abrirá en su vida después de su jubilación?

-En lo profesional voy a seguir haciendo lo mismo pero sin las obligaciones del cargo. Me voy a dedicar a ayudar en todo lo que me pidan en la conservación y puesta en valor del yacimiento emeritense; en la investigación, que tengo algunos proyectos de libros en cartera, y en la difusión de los mismos. En lo privado, voy a contemplar con deleite el paso de las estaciones desde mi particular entorno, esa es mi idea.

-¿Sabe ya quién le sustituirá?

-No tengo ni la menor idea si le digo la verdad. Sé que se realiza a través de un concurso en el que se han presentado una serie de personas que desconozco. No tengo idea de que se haya reunido la comisión que va a juzgar a esos solicitantes pero espero, por el bien del museo, que no haya una especie de hiato y una separación entre mi marcha y la asunción del nuevo director.

-¿Qué futuro quiere para Mérida?

-En cuánto a lo mío, lo referente al patrimonio, a Mérida le veo un futuro esplendoroso, sobre todo con la unión, cada vez más creciente, de todas las instituciones que trabajamos en la ciudad. Creo que la unión hace la fuerza y, como Mérida es una caja de sorpresas por la calidad de su yacimiento augustano, tiene sin duda un futuro muy esplendoroso. En cuanto a la ciudad, con una posición estratégica que nadie nos puede hurtar, Mérida posee todas las expectativas del mundo para desarrollarse como una gran ciudad y como centro de unión de toda Extremadura.