Se ha jubilado el cartero Juan Sancho Tercero. Mi cartero. Amable. Servidor. Correcto. Con sonrisa de complacencia.

Los carteros de entonces, desconozco la idiosincrasia de los actuales, eran muy diferentes. Recuerdo a otro entrañable cartero, Domingo Granjo, alcalde de El Carrascalejo, ya desaparecido, que con una burrita recorría todos los días el trayecto desde este pueblo a la estación, tenía que pasar por Aljucén, donde estábamos de maestro escuela, y desde aquí a la estación de El Carrascalejo hay una distancia de cinco kilómetros. Con calor. Lloviendo. Nunca faltaba. Eso, al margen de las necesidades que se pasaban, era una vocación de servicio.

Juan Sancho ha cumplido con creces en el trabajo. Treinta y ocho años de servicio. Como dice su compañero Antonio Jiménez Porro: "casi ná". Nunca faltaba al trabajo y en ocasiones tenía justificación para hacerlo.

El trabajo de los carteros es algo que sólo se recompensa consigo mismo, el cumplir con una misión que determina en vocación interna, suya.

Comunicados que se esperan con ansiedad. Penas. Alegrías. Carta de despido en el trabajo. Cartas de confirmación o aceptación de un trabajo. Sufría por dentro y sentía la angustia del destinatario o la felicidad cuando llegaba algo positivo y se lo contaban como si fuera de la familia. Ha conocido varias generaciones, desde mis hijos en coche de paseo hasta mis nietos.

Juan es amigo de todos y por esta causa invita hoy a los amigos para tomar una copa y despedirse de ellos, aunque la amistad siempre perdurará entre sus compañeros y sus vecinos que durante tantos años han tenido el placer de tenerlo como cartero y amigo.

Puede sentirse orgullo. Su mujer e hijos conocen sus desvelos y sus compañeros y amigos la forma de comportarse: puntual, juicioso, cabal y cumplidor. Enhorabuena y una jubilación con viajes del Imserso. Y a disfrutar.