Cuentan los árabes en sus crónicas que Mérida fue 'La Reina Marida', hija del Rey Horosus. Aseguraban que los numerosos vestigios y restos que perviven en la ciudad atestiguarían la grandeza y el poderío que tuvo esta reina, que era servida en platos de oro y plaza que bajaban flotando hasta su mesa repletos de deliciosos manjares. Según los árabes, "en las ruinas de la ciudadela hay una habitación que llaman 'la cocina', que se encontraba sobre la sala de recepciones del palacio". Desde allí, y por un ingenioso sistema de canales, los cocineros enviaban los platos y bandejas repletas de delicias, que se depositaban suavemente frente a la Reina Marida y sus invitados.

Según recoge la periodista Israel Espino en el álbum de cromos, esta leyenda emeritense tiene, como todas, su parte de realidad, ya que en algunas casas de la antigüedad existía este sistema de transporte desde la cocina hasta algunos salones en particular. No con bandejas de oro y plata, por cuestiones de peso, pero sí con materiales como maderas e incluso corcho, que flotan más.