Entre la orchestra, las cáveas y los vomitorios del teatro romano, durante las noches de verano, el público se encuentra con una serie de personas que trabajan por y para el festival de teatro clásico. Es el caso de Nieves Sanguino, una de las acomodadoras más veteranas en este oficio y a la que le encanta su trabajo.

-¿Cómo empezó en el festival?

-Empecé en la edición número 51, es mi decimotercer año. Mis inicios fueron como empieza todo el mundo, llegué allí por casualidad porque conocía gente y desde entonces hasta hoy. Yo recuerdo que al principio no iba muy ilusionada a trabajar porque decía que con 20 años iba a sacrificar mi verano.

-¿Qué es lo que más le gusta de este trabajo?

-Siempre cuando llega la gente nueva les digo lo mismo, que lo mejor que me he sacado de ahí son los amigos y las personas que conoces. Pasas dos meses trabajando día a día con las mismas personas, en unos horarios que van fuera de lo común y al final entablas muchas relaciones. Aparte, el teatro un lugar maravilloso para trabajar. Es una oportunidad de ver el festival desde otro punto de vista.

-¿Cuál es la importancia de los acomodadores en el festival?

-Somos la cara visible del festival. Por supuesto la publicidad que se hace, la programación, la venta de entradas y todo esto es importante, pero al final el público con quien trata es con el acomodador. Creo que somos una parte importante del festival.

-¿Se nota la diferencia cuando el público es de la ciudad a cuando procede de fuera?

-Sí, se nota. La gente de Mérida ya parece que se está reeducando. Con el paso del tiempo he ido viendo avances pero recuerdo el principio y la gente de Mérida venía como si fuese su casa. No lo valoran y lo respetan igual que la gente de fuera. Cada vez viene más gente de fuera, sobre todo de Madrid, y ya el simple hecho de desplazarte a otra ciudad para ver algo dice bastante de la persona.

-¿Cómo es una noche de trabajo en el festival de teatro?

-Entramos dos horas antes de abrir puertas. Llegamos y montamos la sala, ya que tanto los cojines como las fundas de la orchestra se montan y se quitan todos los días. Se abren las puertas una hora antes de empezar el espectáculo y todos a sus sitios y a recibir a la gente con la mejor sonrisa y de la mejor forma posible. Durante la función estamos controlando un poco los accesos por si hay algún problema y al finalizar la obra esperamos que salga el público, se recoge y para casa.

-¿Cómo ha visto la evolución del festival desde que empezó?

-Tengo la sensación de que cada vez se van haciendo las cosas de mejor manera, todo más correcto y ordenado, se van puliendo detalles. Se va mejorando también la calidad de los espectáculos y es más conocido año tras año.

-Con respecto al futuro del certamen teatral, ¿cómo lo ve?

-Creo que va ir todavía a más si siguen haciendo las cosas así. Cada vez tiene más proyección nacional e internacional.

-¿Qué cree que le aporta el festival a la ciudad?

-Muchísimo, la proyecta en todos lados. Cada vez se aprecian más y más turistas en la ciudad. Mérida en verano está llena de gente y todo el mundo habla de este festival de teatro que le da mucha vida a la ciudad. Las noches de verano en Mérida no tienen nada que ver, son especiales.