Mérida ha sido una ciudad turística por excelencia. Cruce de caminos. El ferrocarril a finales del siglo XIX hizo crecer la ciudad de forma espectacular. Dos autovías se cruzan en Mérida, la A-5 entre Madrid y Lisboa, y la A-66, que enlaza Gijón y Sevilla, nuestra Vía de la Plata, desde Astorga a Mérida, que después se amplió.

Mérida ha sido ciudad de encuentro. Durante años en las rocas más grandes de los lugares más recónditos, en los muros y paredes más insólitos de las vías de comunicación, se podía leer: "Noches de Extremadura, El Tabarín". El Tabarín fue la sala de fiestas, cabaret para otros, que más se ha conocido y visitado en la región extremeña en la década de los sesenta y setenta.

Se encontraba en la carretera de Cáceres, en la barriada de Santa Eulalia. Una sala de fiestas donde las noches eran de una concurrencia inusitada.

Allí se daban cita importantes empresarios de toda la región, ganaderos agricultores, políticos y personas de todas las carreras universitarias y oficios, además de más de un secreta que siempre era bien recibido, ya que con su presencia se garantizaba la seguridad.

EL EDIFICIO La prudencia era norma de la casa y nunca hubo un altercado digno de mención. El Tabarín lo regentaba José Luis Cuervo, comenzando en los primeros años de la década de los sesenta.

Angel Silva, que estuvo durante varios años con su hermano Joaquín de camarero y Alfonso Rubio Solís, que tocaba la trompeta en la orquesta Conjunto Mambo, y que también estuvo de camarero y administrativo, han sido los que nos han podido informar de la historia de una sala de fiestas que durante años fue visitada por muchos extremeños y más de uno se dejó un buen dinero.

Se entraba por un pasillo de cinco a seis metros. Al fondo, a la izquierda, se encontraba la barra con muchas luces y bien surtida de toda clase de bebidas, desde las más baratas a las más sofisticadas. La consumición mínima era de 150 pesetas y una botella de champán español costaba 1.500 pesetas, y el francés 2.500 pesetas. En estos años un vaso de vino podía valer 50 céntimos. La barra estaba iluminada con luces de varios colores. Muy llamativa.

OTRAS DEPENDENCIAS Bajando dos escalones se llegaba a una gran sala donde había veinticinco o treinta mesas con sus sillas, y en el centro la pista para bailar y ver los espectáculos. En los laterales había cinco palcos donde se sentaban los primeros que llegaban aunque algunos los reservaban para estar en lugares estratégicos a la hora de los espectáculos. Los camerinos, para vestirse las artistas, estaban al fondo de la sala a la derecha y dos reservados, uno más grande y otro más íntimo, al fondo del pasillo a la derecha, justo en frente de la barra.

En la pista, donde se bailaba, estaba la plataforma para la orquesta. En el reportaje del próximo domingo conoceremos quienes formaban la plantilla, los precios y los servicios especiales que realizaban, y todos los detalles y algunas anécdotas curiosas. Esta sala de fiestas forma parte de la historia de Mérida.