La trayectoria de los obispos emeritenses forma parte importante de la historia de esta ciudad. El pasado domingo comentábamos los primeros obispos: Marcial (255), Félix (255-295), Liberio (295-314), obispo que durante su pontificado tuvo lugar el martirio de Santa Eulalia en la persecución de Diocleciano; y Florencio (347-380). Desde el año 314 al 347 no se tienen noticias de quien regió la sede en Mérida. Idacio (380-400) y Patruino (400-410).

La lista de obispos al mando de los destinos religiosos de nuestra ciudad ha llegado a nosotros gracias a historiadores como Aquilino Camacho, que indagó durante años hasta descubrir sus procedencias. Queda mucho por investigar en este sentido pero hay datos suficientes como para conocer bien como durante siglos la sede obispal y arzobispal de esta ciudad fue un hito.

EDAD DE ORO A Patruino le sucedió Gregorio en el año 410. Este obispo que estuvo hasta el 420 fue ignorado por Bernabé Moreno de Vargas. Hay años que a los investigadores se les escapan, como el caso de la llegada al obispado de Antonino en el 445, que también lo ignora nuestro más insigne historiador Moreno de Vargas, aunque no hay duda de su existencia, ya que se cita dos veces en el Chronicon de Idacio. Zenón estuvo en el año 483. Este obispo se tenía como regidor dos siglos más tarde en el año 686 y otra fecha en el 663, pero es en el año 483 cuando queda identificado por dos epístolas que publica bulas pontificias , de los Papas Simoplicio (468-483) y Féliz II (483-492). En la primera se nombra a Zenón Vicario Apostólico en España.

Con el Obispo Paulo (530-560) comienza la ´Edad de Oro de la Iglesia Emeritense´. Gobierna la sede durante los años de los reyes godos: Teudis (534-548), Teudiselo (548 549), Agila (549-555) y Atanagildo (555-567). Tuvo biógrafo, como comenta en su artículo Aquilino Camacho, al igual que sus sucesores, en el autor anónimo de la Vitas Sanctorum Patrum Emeritensium .

Llegó Paulo a Mérida para que acabara con las luchas que venían turbando la ciudad, en tiempos de sus antecesores. Se ve en el trance de tener que practicar una cesárea a una matrona local, incidencia que hace que su proceder sea frecuente, citado cuando se aborda el tema de la prohibición del ejercicio de la medicina a los clérigos, según la disciplina canónica. Tanto la matrona como su marido le dejan en herencia sus cuantiosos bienes, de modo que la iglesia emeritense vino a ser la más opulenta de España. Con el peso específico de este obispo queda como sucesor a su sobrino Fidel (560-571) que también aparece en el libro de las Vitas . En fecha reciente apareció en una escombrera la que se identifica como lápida de su enterramiento.

Mérida tuvo grandes obispos y con Paulo y Masona, al que nos referiremos, hicieron posible que Mérida fuera uno de los pilares más importantes de la religiosidad hispana.

MASONA El obispo más famoso de todos los que tuvo Mérida fue Masona (571-605), uno de los personajes más interesantes de toda la historia eclesiástica visigoda en España. En las Vitas Sanctorum Patrum Emeritensium se le dedican varias páginas que Menéndez Pidal en un artículo comenta que fue el emeritense más conocido de la época. Se dan noticias de la fundación de un xenodochium, para que acoja tanto a los cristianos como a los judíos; de la conversión de Recaredo; de la fiestas que se celebraron en Mérida por las victorias que consigue el duque Claudio, sobrino del obispo, contra los disidentes Granistas ; Vildigernus y el obispo arriano Athaloco. A Masona se le debe la conversión de San Hermenegildo, aunque no se le aluda en la obra. Pero no todo fueron glorias, sufrió destierro, pero vuelve con todos los honores. Preside, como Metropolitano más antiguo, el tercer Concilio de Toledo, en el que con la conversión de Recaredo, se logra la unidad religiosa de Hispania. Parece que murió en el reinado de Witerico (603-610), concretamente en el año 605.

Pasada la época gloriosa de Masona llega Inocencio (505), Renovato (633), Esteban I (633-637). Estos tres obispos se les cita de pasada en las Vitas , pero Esteban I firma en el Concilio de Toledo.

Oroncio (635-665), este prelado está muy bien documentado, en el año 638 se hace representar en el VI Concilio de Toledo. Firma personalmente en el VII del año 646 y en el VIII del 653. En su Pontificado se restaura el monasterio de Santa Eulalia, anejo a la basílica, que comienza a ser monasterio dúplex ; es decir, de varones y hembras. Se dedica una mención en el cano octavo del Concilio Emeritense del 666. Según una inscripción encontrada en Ibahernando (Cáceres) en 1961, consagró una basílica por aquellos parajes.

Quedan para el siguiente capítulo los arzobispos que estuvieron en Mérida hasta su desaparición por la trama del más dañino obispo de Hispania, Gelmirez (1120), que con engaños y traiciones logró que la sede arzobispal emeritense pasara a Santiago de Compostela.