Te parecerá increíble Patro, pero a estas alturas todavía hay muchas cosas invisibles entre los naranjitos de la Argentina, esos que despiden pequeñas bocanadas de azahar oloroso... Ya sé, ya sé que esto no es Sevilla, aunque siempre he tenido, a mi barriada, como la Triana de la Semana Santa emeritense. Incluso el mandarino de Aurelio, a mitad de la calle, parece renacer y emula su estruendosa cosecha de todos los meses de enero. Cubos y cubos de pequeñas mandarinas que los amigos, para eso estamos, hermano, consumimos con fruición, como quien saborea un tesoro.

Te parecerá increíble Patro, pero los misterios de la Semana Santa, que tú tejías, siguen hilando fino, con tu vista atenta al costal, con tu mano presta a la túnica. Aquí se impone la mágica liturgia de las mañanas de domingo, al sol de ramos, el deambular de los cuatro capillitas que aún quedamos, a mucha honra, de americana azul y corbata burdeos de estreno, de Pablo Burgos como siempre riendo, ahora menos, y diciendo "espera que ahora vamos". Aquí todavía huele a incienso de cofradía, se reúne la cuadrilla, se ajustan los costales y, dentro de San José, se hace un silencio profundo cuando el hermano mayor serena su arenga con esa homilía del buen costalero. Aquí se achica el más bravo cuando baja a las trabajaderas y eso que este rito (de Paso) ocurre desde hace diez años en este bendito lugar del mundo, algunas veces con guasa: "Somos los costaleros, venimos todos a una debajo de los costeros".

El rito se acaba cuando la Cruz de Guía, si lo sabré yo, empieza a enfilar la recta del Teatro Romano. Hay una penumbra mística, un silencio atronador. Te parecerá increíble, Patro, pero a estas alturas de la vida todavía hay brotes de misterio en la Semana Santa, cosas que tú debes ver, pues dónde estás no hay secretos, allí ni ojo vio ni oído oyó lo que tú estás viendo y oyendo. Entre las ceremonias recónditas de nuestra cofradía, aún resuenan tus risas cuando ajustabas al gordito la túnica, desbordada a la altura de la cintura, henchida por debajo de donde palpita el corazón.

Te parece increíble Patro, pero este año estrenamos lágrimas de verdad en la Sagrada Cena, a mí se me caerán cuando nuestra gente eche de menos a quienes no están. A ver, a ver, cómo me coses este roto desde tu lucero...