TUtna noche, pasadas las doce, me entró un apetito voraz. Todos acostados. Hasta Pecholata, que es como se llamaba el caniche que teníamos. En la cocina me preparé medio pan, cuarta y media de patatera, la puse como un bocadillo y me senté en el salón a degustar semejante manjar. El cabrón del perro, que estaba en el dormitorio, empezó a arañar la puerta al olor de la patatera y, con el ruido, se despertaron mi mujer y mi hija. Me encontraron con el medio pan y con patatera rindiéndole pleitesía. Se llevaron mi preciado bocata.

Probado que me gusta. De ahí a que la Capital Española de la Gastronomía 2015 en Cáceres se base en la patatera, es un sacrilegio, y que un cocinero Extremeño, afincado en Inglaterra, se tome la patatera como plato típico me parece una broma de mal gusto.

Cáceres, mi querida amiga Elena Nevado, debe promocionar otros platos. La patatera nunca ha sido un plato típico, yo escribía decenas de reportajes de la gastronomía en Extremadura cuando estabas en párvulos, año 1973. Estuve décadas en prensa, radio y TVE, cuando era en blanco, promocionando la gastronomía de esta tierra

Típico es el jamón de Montánchez, Carlos V siempre tenía un trozo en la boca. El buen lomo, unas tencas de la Charca del Cura en Alcuéscar; truchas autóctonas del Jerte; las tartas de queso del Casar de Cáceres son como un milagro o tomar un cabrito al horno o en cuchifrito. Estos sí son platos típicos. ¡Dios mío! Tenemos lo mejor de lo mejor, incluso platos monacales: Alcántara, Guadalupe y Yuste. A cuento de qué una promoción de un plato, ya que aunque rico y barato, es colesterol en vena. La ciudad cacereña tiene en su historia auténticos producto de Extremadura y regándolos con un vino de la bodega donde Juan Antonio Monago hizo su discurso de fin de años. En la provincia cacereña hay vinos exquisitos.

Cáceres, como capital gastronómica, no puede ni debe tener como base la patatera. Prefiero el jamón de Montánchez o la Torta del Casar. Faltaría más.