TEts la única pitarra que queda, la de Santiago Carrasco. No invita a nadie, eso se sabe y es tradicional. Antes se ponía una ramita de romero y así se sabía dónde probar el primer caldo de la temporada. Abrir la pitarra el día de Santa Eulalia es una tradición de siempre.
La mayoría lo tenían para su propio consumo, vendían algo pero poco. Sólo algunos lo tenían como negocio para las tabernas. Pitarreros como Modesto Fernández 'El Botero', enfrente al hornito; Miguel Cano Pino 'El Ceja', en la calle Suárez Somonte; Claudio Domínguez tenía la bodega en Suárez Somonte y amplió su negocio en la calle Calvario, pero la pitarra la tenía en la calle San José.
De aperitivos, altramuces y aceitunas. Los más afortunados se llevaban algo de bacalao. No había para más, si acaso para un 'arroz de Franco' que se hacía con trigo rubio. Se trituraba en unas maquinillas semejantes a las de picar la carne en las matanzas, solo que tenían unas aspas especiales que cortaban el grano en dos o tres partes, se le echaba bacalao y se guisaba al estilo tradicional.
Mas recientes, José María Luque y Carlos Cascón, pero el vino de Carlos lo bebíamos en casa de José María Alvarez Martínez que, como presidente de la Cofradía de Santa Eulalia, invitaba a la Junta de Cofradías y amigos.
Ayer recibió como cada año, en su pitarra a los amigos, y al alcalde, Pedro Acedo, acompañado de varios concejales, le regaló una placa puesta en la entrada de la bodega. Un acto muy emotivo. La única pitarra que nos queda y encontramos amigos como Vicente Guillén, Pedro Benítez, José Pérez Garrido, Miguel Hernández, Angel Montero de Espinosa, Juan Antonio Rollán, Manolo León, Paco Crespo 'Mogollón', el comisario Francisco Durán, el coronel Manuel Periáñez o Luis Villarino, que abrió el acto con unas palabras en nombre de la familia y Mario Hernández que fue el presentador. Es un buen sitio para tomar una copa de vino de la pitarra, comerse unos garbanzos y charlar con los amigos. El vino, decía mi padre, que hay que hablarlo. Y ayer, hablamos y recordamos.
