Los poetas en Mérida van ocupando lugares que se les recuerde. Quedan rincones y calles por recordarlos.

Ayer se ponía una placa al doctor Vidal Garrido en el Rincón de los poetas, lugar cercano al arco de Trajano, propiciado por el colectivo Alcandoria.

Mérida ha sido tierra de grandes poetas, y me siento orgulloso de ser hijo de uno de los mejores, Jesús Delgado Valhondo, donde tiene su calle, una barriada, la biblioteca del Estado que lleva su nombre y un aula donde se invitan a los más prestigiosos escritores del momento con una revista donde escriben poemas los poetas locales; pero, hay poetas que merecen más reconocimiento popular como Félix Valverde Grimaldi, entrañable poeta, siempre vestido de oscuro y con su pajarita.

Había en Mérida una tertulia que entre copa y copa leían poemas, como Rafael Rufino Félix, Alberto Oliart, tres veces ministro; el juez Alberto Sánchez; más lejano en la distancia Félix Grande; una mujer progresista que ya era todo un hito en su tiempo como Ana Finch, escribía en el semanario La República a comienzo del siglo XX. En la década de los cincuenta se publico una revista Olalla sólo de poemas y por falta de dinero sólo pudieron ver la luz pocos números, pero perdura en el recuerdo.

Ahora, un grupo de jóvenes y no tan jóvenes se reúnen dentro del colectivo Alcandoria y en el grupo Gallos Quiebran Albores. Es la nueva savia. Ayer fue el recuerdo para un médico, que sin ser emeritense, se ganó el cariño de todos, Vidal-Angel Garrido. Murió demasiado joven, era cirujano en el hospital.