Año de elecciones. La conflictividad aumenta. El ayuntamiento emeritense y la Junta de Extremadura están como siempre, echándose un pulso continuo. Y desgasta. Perjudica y sólo el diálogo puede llevarnos a conseguir que los objetivos que nos proponemos puedan llegar a buen puerto. Nada. No hay forma de entenderse.

El primer trimestre será de enfrentamiento continuo. La discrepancia no está reñida con las buenas formas y las peleas políticas con un diálogo parlamentario propio de personas que deben saber anteponer la educación al insulto. Mérida es mina de buenos filones políticos: el presidente de la Junta, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, se moverá cuando le de la real gana; Juan Ignacio Barrero Valverde, expresidente del Senado y con muchas posibilidades de ir a las Cortes con Pedro Acedo Penco; Eugenio Alvarez, de Calamonte, pero prácticamente emeritense por lo cercano de esa localidad; Manuel Amigo Mateos, que es listo como el hambre, y el hambre despierta el ingenio; Antonio Vélez Sánchez, que con sus aciertos y equívocos sabe más de Mérida que los que la fundaron, y ya se habla de un cargo cultural importante. No sería mala idea, y que los pecholatas volvieran a pelear en las arenas del teatro romano; Alberto Oliart Saussol, tres veces ministro, escritor y poeta, le viene la vena de su madre, Matilde Saussol, que el día 16 de septiembre de 1941 dio un recital poético en el Liceo con Eduardo Marquina, siendo presidente otro ilustre emeritense al que no se le ha hecho justicia, Felipe Corchero.

Los políticos emeritenses siempre destacaron en los foros que representaron, pero la envidia nos privó de ciertas concesiones y tuvimos que acudir al ingenio: Cuando Dios da la harina, el diablo llevó la quilma .

Mérida debe tener representantes en el Senado y en el Congreso de ambos partidos políticos, por merecimiento propio y porque esa representatividad nos conviene. Será de vital importancia. Alguien lucha por evitarlo.