El tiempo pasa y las elecciones han terminado. Parece que nunca iban a llegar y han transcurrido los meses y todos tranquilos.

En los días anteriores a las elecciones todo eran inauguraciones; las obras en las calles eran para volverse loco y ha llegado un compás de espera.

Ya no hay prisas. Se ha ganado. La rama de la calle San Juan lleva días sin que la quiten. Se ha secado. Unos metros hacia arriba falta un árbol. Hacia abajo otro seco y falta uno. Justo en frente de la Asamblea de Extremadura, reponerlo y cuidar su estética es por pura imagen. Si es antes de las elecciones desaparece la rama en el acto.

Las calles del lago de Proserpina iban a sufrir una transformación total. Se vieron las máquinas, se le echó una capa de zahorra para que quedaran un poco mejor, los mismos trabajadores decían que: pan para hoy y hambre para mañana . Ya es mañana y Proserpina sigue sin la atención de su saneamiento, asfaltado y alguna que otra deficiencia.

Alguna promesa se hizo con toda prisa pero se hizo, caso del escaléxtric, que ha quedado inmejorable. El ex delegado de Obras, Primitivo Muñoz, que fue el inventor de las rotondas, lo mandaron a casa sin la más mínima explicación, aunque dicen que lo van a hacer ministro en la Ley de Grandes Ciudades.

Mérida tiene un reto importante y si seguimos enfrentándonos con la Junta de Extremadura en determinados temas, como en Educación y Cultura, vamos a tener crudo ciertas concesiones.

El nuevo concejal del PP, Luis María González, tiene en perspectiva algo importante. Y Antonio Castillo, director del Centro Universitario de Mérida, está preocupado por el bajón de alumnos en determinadas facultades, en todas menos en Enfermería, que hay cola para entrar.

Las promesas son para cumplirlas pero esto en un hábito político en época de elecciones. En todos los partidos. Ganadas se tranquilizan y los ánimos reciben una dosis de transilium y duermen plácidamente.