Me proporciona material y lo pone a nuestra disposición José Antonio Ballesteros Díez. El tema, relacionado con la sede eclesial emeritense y su proyección histórica, es apasionante, y vamos a tratarlo con toda rigurosidad para que se conozca una parte importantísima de la historia de Mérida.

Seguimos sus indicaciones y leemos el magnífico trabajo que hace el sacerdote invidente y abogado, Aquilino Camacho Macías. El libro, que coordina y escribe Manuel Terrón Albarrán, y que dedica a Bartolomé Gil Santacruz, industrial de la construcción que ha patrocinado la obra, se ha quedado, por desgracia, en los dos primeros tomos, que conservamos como oro en paño. Y de ahí se ha obtenido esta información de la sede eclesial emeritense que publicaremos en las secciones que sean necesarias para conocer el tema, merece la pena.

LIBRO Con el título, La Sede emeritense y su proyección histórica hizo su aportación Aquilino Camacho a la Historia de la baja Extremadura , resumiendo en ese estudio el fruto de una investigación rigurosa y espléndidamente documentada, lo que hace de ella una de las piezas más valiosas, no sólo para la historia emeritense sino también para la historia de la Iglesia española; por lo que, sin duda alguna, su difusión debería ser impulsada por las diversas instituciones que tienen obligación de velar por el patrimonio histórico de Mérida.

La información contrastada más antigua referente a la Iglesia emeritense procede de una carta del obispo de Cartago, a la sazón San Cipriano, que ha sido datada entre los años 254 y 258, y que se considera como la partida de nacimiento de la Iglesia de España, nada menos.

Esta carta era la respuesta del santo obispo norteafricano a una consulta que le había hecho el pueblo cristiano de Mérida, denunciando la conducta del obispo Marcial, y lo hacían al amparo del derecho de tradición divina y apostólica que lo facultaba tanto para elegir su obispo como para recusar al que su conducta le hiciera indigno de esa consagración.

Además de dar testimonio de una Iglesia, la carta también da testimonio de cómo estos creyentes emeritenses asumen su papel en la comunidad cristiana con el máximo de responsabilidad, en claro contraste con la marginal oposición del laicado actual y la pasividad que lo caracteriza.

Aparte de la mención del obispo en tal carta, son citados otros clérigos. Y se manifiesta expresamente la existencia de la provincia eclesiástica, que agrupa a la comunidad cristiana en torno a Mérida, y cuyo origen se puede establecer entre los años últimos del siglo II o los iniciales del III.

La causa de que se dirigieran al obispo de Cartago, además de acudir a una persona de máximo prestigio en el ámbito eclesial cristiano, residía en que de esa Iglesia, precisamente, procede el cristianismo hispano, y se demuestra así la pervivencia de esos vínculos, que todavía continuarían por largo tiempo, en una relación mutua de la que muy buenos testimonios son que Santa Eulalia figurase en el martiriologio de Cartago, y que San Agustín, nada menos que San Agustín, le dedicara un sermón el día de la festividad de nuestra mártir, ejemplo y foco de atracción para un ámbito de la cristiandad que rebasaba los límites de la península Ibérica, como se puede deducir de que Santa Eulalia figure en el cortejo de mártires y santos de la iglesia de San Apolinar el Nuevo, de Ravena, en un magnífico mosaico del siglo VI.

En este mosaico, que hemos podido completar su información gracias al arqueólogo emeritense, José Luis de la Barrera Antón, que nos proporcionó todo el material que dispone el Museo Nacional de Arte Romano en Mérida, se demuestra que nuestra patrona se encuentra con las vírgenes Vicencia, Valeria, Crispina, Lucía, Cecilia, Eulalia, Agata y Pelagia y el cortejo de los Reyes Magos, donde vemos a la Virgen María con su hijo en brazos y dos ángeles a cada lado.