No todo es válido para el teatro romano. Me lo enseñó mi padre. Lo he vivido como periodista. Nos han puesto en este marco auténticas aberraciones. Tanto de teatro como de música.

No todo se puede poner en nuestro teatro romano. Si se pierde la espectacularidad, si se borran las columnas y el recinto, se pierde el sabor de la historia.

Mi padre, en su máquina de escribir, tenía escrito su último artículo dedicado al teatro romano. Hace doce años: "El marco y el cuadro". Entre sus párrafos hay algo que me llamó poderosamente la atención: "Si se quiere hacer del teatro romano otra cosa de lo que es, se comete un delito con Mérida, y con toda Extremadura. Y con toda Europa. Y siendo un espejo de Hispanoamérica, pues que no se rompa. Mérida de interés histórico. Si nos cargamos la historia, nos hemos cargado a Mérida. Así de claro. Y a Norteamérica esto le importa un pepino. Y un pepino a Inglaterra."

He salido con mi padre de orchestra con protestas por lo que se estaba representando.Y llevaba razón.

He comprobado como se invertían cientos de millones de pesetas para promocionar un determinado whisky que José Coronado presentaba como buena bebida y a los intérpretes de la canción. Se justificó porque se iba a ver el espectáculo en televisión y en toda Europa. Les debió dar pena. No se puede emplear este escenario para cualquier evento musical, teatral o de conferencias, para eso está la plaza de toros, el Palacio de Congreso o los campos de fútbol. Nunca el Teatro Romano, que está aguantando carros y carretas.