Mérida vive uno de sus mejores momentos. 17.000 chavales en la ciudad. Todos comiendo, bebiendo y paseando. Dan alegría. Y añoranza.

A esa edad, en mi época. nos llevaban al Frente de Juventudes para que, en una excursión con nuestros maestros visitáramos Mérida. Comíamos en el Hogar de Auxilio Social. Gratis. Estaba en la calle Félix Valverde, frente al bar Briz, y toda la cultura que nos llevábamos era la compra en los quioscos de los últimos números del Guerrero del Antifáz , Roberto Alcázar y Pedrín , El Pequeño Luchador y Pub, el Hombre de Piedra .

Conservo todas estas colecciones. Completas. Y me resucitan cuando las leo. Hoy, los chavales, compran otras cosas. Participan, nada más y nada menos, que en el teatro romano de Mérida, bien como espectadores o como participantes, en el teatro grecolatino. Suena muy bien. A mucha cultura. Los griegos y los latinos fueron las lenguas madres que siempre nos dieron el coñazo con las declinaciones, el alfabeto, los verbos perifrácticos, la activa y la pasiva y las traducciones de la Guerra de las Galias o a Tito Livio.

Todos los chavales, mientras entran en el recinto del teatro están con su móviles. Mandan mensajes. Juegan. Se comunican y hacen pocas llamadas por el dinero que cuesta; pero sí pueden recibirlas de sus familiares que a cada instante desean saber como se encuentran. De ahí que la principal música sea la de los móviles. Los tienen más sofisticados que zumban-vibran-.

Visitan la ciudad. Conocen los monumentos arqueológicos. Contemplan en el teatro Romano alguna obra. Sienten. Se palpa una envidiosa vitalidad. Están ahí, con su presencia. ¡Bendita presencia!.

Bien venidos chavales. Disfrutar. No dejéis de conocer bien Mérida. Merece la pena. Es única e irrepetible. Es vuestra. Mimarla. Observarla y difundirla. Sois nuestros mejores embajadores.