Marco incomparable". Es, sin duda, la expresión más repetida en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, que cada verano desde hace 59 años, llena de arte dramático las piedras más reconocidas de la ciudad, las de su magnífico teatro romano. Rey del conjunto monumental emeritense, el soberbio frente no es solo uno de los principales reclamos para las continuas visitas de turistas a la capital autonómica, sino que periódicamente acoge actividades, principalmente el certamen estival, pero también otras, desde el Festival Juvenil de Teatro Grecolatino a ser una de las zonas de paso de la media maratón local, aparte de acoger conciertos puntuales --en una vertiente no exenta de polémica-- y ser el principal lugar de celebración del acto oficial del Día de Extremadura.

Las excavaciones que condujeron a su hallazgo comenzaron en 1910. Antes, tras siglos de abandono, solo habían quedado a la vista siete zonas de la parte superior del graderío, que la leyenda de que otros tantos reyes moros se sentaron en ellas para deliberar sobre el destino de la ciudad llevó a identificar como las Siete sillas . En 1933, 19 siglos después de su construcción (fechada entre los años 16 y 15 antes de Cristo, aunque fue seguida de varias reformas) recuperó su función original con la celebración de la primera edición del Festival de Teatro Clásico.

El certamen es sin duda uno de sus principales reclamos, que solo este año atrajo a casi 75.000 espectadores. Además, según el Observatorio del Turismo de Extremadura, esta cita cultural atrae al 80% de los turistas que visitan Mérida y más de la mitad del público pernocta en los establecimientos hoteleros de la ciudad y que cada turista gasta, durante su estancia en la ciudad, unos 126 euros diarios.

Pero el festival no es solo para quienes vienen de fuera, sino que es algo también muy propio de los emeritenses. Es el caso de Manuel Barrero, que cada día pasa por las inmediaciones del teatro, puesto que es vecino de la zona desde niño. "Cada verano, vengo a ver algunas de las obras. Es digno de ver siempre, pero con el teatro además, tiene aún más valor", argumenta.

Desde luego, salir por alguno de los pasillos que proporcionan el acceso a las gradas y encontrarlo iluminado es una experiencia irrepetible. Pero también lo es visitarlo en cualquier época del año, porque su frente es uno de los más majestuosos que se conservan. Sobre un basamento de sillares recubierto de mármol, resposan dos cuerpos de columnas. Entre ellas se sitúan varias esculturas, réplicas de las originales que se encuentran en el Museo de Arte Nacional Romano, que representan a dioses como Ceres, que desde 2012 da nombre a los premios del teatro que se entregan en la clausura del festival. "Es precioso, yo he venido tres o cuatro veces", plantea Amparo Quintana, turista del País Vasco originaria de Higuera de la Serena, que también recuerda el valor de otros monumentos: "También me gustan el puente o la alcazaba. Mérida tiene gran nivel".