La semana ha sido completa. Toda la ciudad de ha volcado en los actos que se han celebrado.

Nos hemos quedado sin una de las fiestas más emotivas, la patrona de Artillería, santa Bárbara. En el cuartel Hernán Cortés se celebraba por todo lo alto y eran varios días de actos para terminar el 4 de diciembre con una parada militar en la plaza de España. Cena de gala y baile, donde muchas jóvenes se vestían de largo y los trajes eran hechos para esta presentación.

Ya se hace, de otra manera muy diferente. En el cuartel de Bótoa donde cada año me invitan, hemos estado varios años y nos da pena recordar aquellas fiestas en Mérida, porque siempre había un artillero en la familia y les encantaba verlos desfilar.

Todo ha pasado y ahora la semana con el día de la Constitución, la Inmaculada y santa Eulalia abren las puertas de la Navidad que la tenemos a la vuelta de la esquina.

Ya se comienza a comprar el marisco, pescado y carne para la cena de Nochebuena. Se preparan los turrones, mazapanes y algún villancico que ya no se canta, se pone en el equipo de música. Pero falta la zambomba, la pandereta y esa alegría de entonces donde la caja de mazapán figurando un dragón y la cantinela de los Niños de San Ildefonso daban paso a otras navidades. Fechas de recuerdos y de añoranzas.

No a todos les hace gracia estos festejos, sobre todo a los que peinan canas y ven como en la mesa faltan muchos de la familia.

Hay que ir más alla y tratar por todos los medios que la alegría nos contagie por nuestros hijos y nietos.