El tráfico en Mérida siempre ha sido conflictivo. No es ahora por el aumento de los vehículos. La primera encargada en la época de la democracia fue Paloma Marín, que no dio una a derechas, normal. Era de la ORT y le sustituyó Joaquín Martínez Trejo Quini , una bellísima persona pero que tampoco supo enderezar el asunto. Nombraron al doctor y jefe del servicio de Hematología, José María Brull, que siguió las pautas de sus antecesores. Nada.

Desde hace más de dos décadas, y con diferentes delegados, no han sabido encauzar este problema. Al llegar el PP al ayuntamiento nombró como delegado a José Luis Ortiz Belda, que sembró la ciudad de bolos y maceteros, aún están en estado natural.

Después llegaron las rotondas y las calles peatonales en la época de Primitivo Muñoz. Todos han fracasado, a pesar de hacer tres zonas de aparcamiento como la de la Politécnica, Fernández López y Atarazanas. Seguimos con los mismos problemas, bueno, aumentan como los vehículos, y se hace antipático circular.

El aparcamiento, por la mañana, está imposible por las cargas y descargas y encontrar uno es un milagro que sólo lo reciben quienes madrugan tanto que a las siete y media ya están intentando aparcar para ahorrarse ese dinerito del aparcamiento, que le supone desayunar gratis y ahorrarse algunos céntimos.

La Policía Local se vuelve loca y los agentes siempre llevan debajo el brazo la libreta de multas, que es de lo único que el personal entiende. Estamos ante una delegación que en los 26 años que llevamos de democracia no ha sabido resolver el problema.