Curro Cúchares fue quien, dentro de la evolución del toreo, dio una mayor importancia a la faena de muleta, lo que a la postre sería definitivo. También se hizo ganadero, en lo que no dejó ningún recuerdo. Tan es así que el Duque de Veragüa, criador entonces de postín, no tuvo reparos en decirle un buen día: "Señor Curro, convénzase usted de que los buenos guitarristas nunca hicieron buenas guitarras".

Viene este recuerdo a cuento porque los toros que ayer saltaron al ruedo en la única corrida de la Feria de Mérida eran propiedad de José Manuel Arroyo Joselito . Y ayer José, aquel torero que dejó un recuerdo imborrable de su paso por los ruedos, vino a decir que sus guitarras desafinan. La corrida de sus dos hierros, que se tapaba por delante, tuvo muchas carencias. Entre ellas y en cuanto a presentación, su falta de remate, y en lo que respecta a su comportamiento, su falta de raza, la poca clase de sus embestidas porque su final era el de los toros de poca entrega, y casi en general, el venirse debajo de mitad de los trasteos hacia delante.

Todo lo taparon los toreros en una tarde que dejó momentos para el recuerdo. Instantes si bien no mágicos, sí con poso, el que dejaron tres diestros extremeños, de tres generaciones sucesivas, que siguen dando gloria al toreo de nuestra tierra.

Para recordar la torería de Juan Mora. Su forma de estar ante el toro, de engancharlo, de alegrarlo y de llevarlo cosido a la muleta. Sus remates plenos de regusto, de tanto como para guardar en el corazón de un alma sensible. Aires de torero antiguo los suyos, porque el tiempo pasa muy deprisa, y que son los que se estilaban hace un tercio de siglo, cuando se estaba en torero ante el toro, al que se mimaba, al que se trataba con dulzura, y ante el que el torero jamás hacía gala de detalles de mal gusto.

La faena del placentino al jabonero sucio que hizo cuarto tuvo todos esos detalles. Como un detalle fue el brindis a sus compañeros. Y como detalle fue cómo Juan Mora, tras recibir la oreja con la que fue premiado, rápido la soltó para dar la vuelta al ruedo arrastrando el capote con un sabor que ya no se estila.

A ese animal lo toreó bien a la verónica y le hizo una faena rebozándose de toro cuando pudo, porque después del embroque el astado no tenía buen final. Fue una tarde llena de nostalgias la de Mora, que tuvo un primer toro de desganada embestida.

Y detalles hubo en la tarde de toros que dio Antonio Ferrera, como el brindis con el que correspondió al anterior de Juan Mora. O el pedir que le cortaran la cabeza al cuarto, porque se la quiso regalar a Juan Mora en tarde tan nostálgica. O el sincero tercio de banderillas que protagonizó ante el quinto, cuando todas las ventajas eran para el burel. Dejó que picaran muy poco al segundo de la tarde, al que llevó con temple y tapaba el defecto de salir del muletazo con la cara alta, para al final, tras querer rajarse, hacerle un trasteo en su querencia de chiqueros, malogrado con la espada.

Ante su segundo Ferrera se superó porque, aunque con tendencia a tardear, supo llevarlo prendido al engaño en series en redondo rematadas hasta que se vino a menos, cuando lo tomó en corto, llegando a los tendidos.

Y todo un detalle era el cite frontal de Alejandro Talavante al sexto. Ese toreo tan clásico y a la vez tan bello y tan puro, así como su forma de rematar el muletazo. Tuvo el de Badajoz un primer toro a tono con la corrida, pues le costaba desplazarse. Se quedaba corto y, aunque lo toreó bien con el capote, la faena no tomó altura.

El sexto lo mimó. Andaba justo de todo, tan justo que al final le costaba repetir. Pero antes Talavante tuvo un inicio de faena magnífico por ayudados, a los que siguió una trinchera invertida y el natural cadencioso. Continuó con la zurda en series cortas porque el toro no permitía más, pero intensas porque eran por abajo. Redondeó su tarde y salió a hombros en compañía de sus compañeros.