Si por algo destaca Extremadura, es por la riqueza natural que tienen sus paisajes. Es cierto que la región no dispone de playa, pero con el pantano de Alange, la ‘playa’ de Orellana y con el embalse de Proserpina, entre otros lugares, los extremeños disfrutan cada verano de sus particulares playas de interior.

Proserpina, hija de la diosa Ceres que aguarda sentada en su trono en el teatro romano, dio nombre a este embalse en el siglo XVIII cuando descubrieron una lápida en la que se invocaba a la diosa Ataecina-Proserpina. Con una muralla romana de 428 metros de longitud y altura de 21 metros hacen de este lugar un sitio muy visitado por los turistas y por los propios emeritenses. Este embalse cuenta con zonas de playa habilitadas para que los ciudadanos puedan bañarse. Además, también posee varios chiringuitos para poder comer allí o tomar algún refrigerio debido al cálido clima extremeño. «Es cierto que este año veo la cosa un poco más floja, será porque no ha hecho tanta calor como otros años», asegura Antonio Mosquera, conocido como ‘Yuyu’, y dueño de uno de los chiringuito del embalse.

Aunque hay años que los alrededores del embalse están más o menos cuidados para su uso y disfrute, por lo general, la ‘charca’, como conocen los emeritenses a este embalse, tiene siempre una gran afluencia de personas en verano. ««Los fines de semana se nota mucha más gente. Aquí viene tanto gente joven como familias enteras», afirma Mosquera.

Respecto al cuidado del embalse, siempre se realizan varias acciones para adecuar el lugar. «Se desbrozó bien en su día y nuestra zona la vemos siempre limpia. Lo peor es que limpias hoy y mañana te encuentras una botella, entonces somos las personas las que no cuidamos el entorno y no apreciamos lo que tenemos», sostiene Mosquera, quien apunta que cada mañana se recogen las papeleras y contenedores para que esté todo a punto y los emeritenses, y los que no lo son, puedan disfrutar de su particular playa.