Pasamos con Vicente Castelló momentos inolvidables junto a su mujer, María Cabanes, y sus dos hijos María del Carmen y Vicente. Incluso alguna Nochebuena cenamos juntos y cantamos villancicos unidos en la amistad.

Me he quedado sin Vicente. Uno de mis libros está dedicado a su biografía. Al conocer su historia comencé a escribirla y hace poco vio la luz.

La historia de Vicente, con su hermano Jaime, es una historia de trabajo, sacrificio e inteligencia. De un camión consiguieron, con ese esfuerzo que sólo saben hacer hombres que lo dan todo, un imperio para sus descendientes.

Voy a echarle de menos. Nuestras copas. Nuestra tertulia. Horas en mi despacho escribiendo lo que nos iba relatando. Poco a poco. Su nacimiento. Sus primeros años. Su primer trabajo. El servicio militar. Como conoce a su Maruja a la que quiso con toda el alma y a sus hijos y a sus hermanos. Se hizo guardia civil. Y luchó hasta llegar a conseguir ser uno de los empresarios más fuertes de esta ciudad, y como él me decía siempre: "mi hermano Jaime era el que más trabajaba".

Tengo la satisfacción de haberle consolado en su larga enfermedad. Lo consideraba algo mío. Y es que Vicente es algo mío. Forma parte de mi familia con mi mujer, mis hijos y mis nietos. El estuvo en cada acontecimiento familiar.

Ya tengo otro amigo en esa nube celestial que envuelve a tantos y tantos. No lo vamos a olvidar nunca. La última conversación fue para decirme que había ido a ver a su mártir bendita para que le curara. No pudo bajar del coche. Sólo mirarla. Ya está a su lado. Vicente, amigo mío, tú ya has visto el nuevo amanecer.