TNto es cierto que la casa, sede de los presidentes de Extremadura Juan Carlos Rodríguez Ibarra y Guillermo Fernández Vara, sea una vivienda de lujo y menos un palacio. Está en todo su derecho Juan Antonio Monago a vivir en Badajoz para estar con su familia y no cambiar a sus hijos de colegio. La hija de Ibarra fue al colegio Giner de los Ríos y ya ha terminado periodismo. Los hijos de Vara estudiaron en el instituto Santa Eulalia, la mayor ha hecho medicina y el más joven terminando periodismo. Los hijos de Monago estudian en Badajoz, su padre ha optado por no separarlos de su ambiente y es más que respetable. A los emeritenses nos gusta que nuestro presidente viva en Mérida, esta casa es un símbolo para esta ciudad y también es respetable.

Conozco la casa desde antes de venderse. He escrito de su antiguo dueño, José Fernández López, al ser el mecenas más generoso de la historia de esta ciudad. Por poner un ejemplo donó los terrenos del campo de fútbol, del Hospital de Mérida con sus entradas, la casa para el instituto Santa Eulalia, que es ahora sede de la UNED, e hizo viviendas para la mayoría de sus obreros, las cuales se las vendió por una simbólica cantidad. El más amplio dosier del matadero y de la corchera, con su discurso manuscrito el día de la concesión de la Medalla de Oro de la ciudad e hijo adoptivo, lo tengo en mi archivo.

Esta casa es para todos los emeritenses algo más que una vivienda, y lo sabe José Antonio Monago, que debe reconsiderar y aceptar la petición de un pueblo que desea a su representante aquí, que es tan legítimo como el derecho a vivir fuera de Mérida.

En las distintas ciudades extremeñas hay asociaciones que defienden su localidad, como los amigos de Badajoz. Es una envidia que aquí no tengamos una así. En la ciudad tuvimos una en la que participó todo el pueblo y cientos de personas lograron que su fundación fuera una realidad: amigos de Mérida para la unidad de Extremadura. Resucitémosla.